Diario de León

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Epidemiólogos ven en la mutación bíblica de un virus lo que gurús económicos interpretan como reencarnación del cisne negro. Habrá quien dude entre el médico o levantar de la cama a los asesores fiscales; al fin, no hay medicina que no cure lo que no cura la felicidad. El cisne negro es una teoría contemporánea sofisticada, de la que estamos pez por haberle dedicado más tiempo de nuestra vida a ver Telecinco que a leer a Taleb. Un cisne negro tuvo la misma connotación apocalíptica hace cuatro siglos que hoy una cigüeña posada sobre el asfalto de la AP-66; cisne negro fue el atentado de las Torres Gemelas, la caída del muro de Berlín, las dos guerras mundiales; el crack del 29. Mira, un cisne negro, le dijo avispado ese alcalde leonés al propietario del local al que negó la licencia para instalar un negocio, que luego concedió al local de al lado, que era de su propiedad; de la propiedad del alcalde. Las crisis imprevistas estragan la cuenta de resultados de los tipos que se propusieron cambiar las fincas rústicas del padre por pisos y dinero en la cartilla de ahorro de los hijos; el que no salga a la raza, que lo maten, según recomienda el refranero popular cazurro. Los cisnes negros retoman el vuelo por donde lo dejaron, en aquella crisis inmobiliaria que arrasó el nuevo y atrevido perímetro metropolitano del alfoz, mientras comienza el movimiento inquieto por sujetar las poltronas. Otra cosa que no arreglará el aleteo este del gran negocio del pánico que se levanta sobre todas las cosas conocidas; siempre hay alguien que sabrá sacarle provecho; la caída de la economía, virus; subida del paro, virus; el Delcygate, virus; la autonomía leonesa, virus. La mesa por León, virus. Otra disculpa añadida para justificar el naufragio cuando la barcaza que se hace a la mar no regrese a tierra. De primero de cataclismo. La mesa por León llegó asfixiada al momento de la gastrulación; la mesa por León tiene el mismo capital social que Biomédica, analizó, brillante, una periodista leonesa con capacidad de síntesis magnífica, formidable al desenvolver en la misma expresión las tres últimas décadas de la historia del territorio. Lavarse las manos, en plan Poncio Pilatos, es una salida digna, mientras el cisne negro bate las alas entre ese silencio atronador que rompe la barrera del sonido.

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