Diario de León

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Si le pones el pie en el cuello al tigre, jamás lo podrás quitar. Alguno se olvidó de que tenía sometida a la bestia. En ese mundo de analogías en cadena en el que León encuentra puntos comunes con Ucrania, Castilla con Rusia (todos los pueblos expansivos se quedan allá donde van, como los rusos,) y la santa sede de Peregrinos con el zarato de Polonia, las zarinas con las Catalinas por el Volga, (según las nociones del legado matriarcal leonés y lo que entiende sobre las mujeres río arriba y las truchas río abajo) el tigre es el poder hostigado con tanta revuelta sigilosa, tanta moción, tanta comunión sin ayunas, tanto besamanos a los gobernadores bajo palio por los pueblos con persianas hincadas en el polvo que dejó el Hortensia. Arrecia ese vendaval de soledad que amenaza con hacerse crónico, igual que las pulmonías mal curadas. Despertó la bestia, expuesta en los medios que hacen odiar al oprimido y querer sexo duro con el opresor. Tener razón cuando el poder está equivocado no acarrea otra cosa que jaleos. El poder no se queda con la pica. Ni el tigre perdona el apretón en el cuello. Mientras envían comisarios sin cesar a dictar a los leoneses quiénes son, cómo son, de dónde vienen y a dónde tienen que ir, esta tierra, dicen para no mentar a León, comienzan a restañar el nombre del imperio en los hitos jacobeos, a donde la resistencia salió a borrar lo que sobraba. Es tan difícil tumbar al poder en las urnas como ganarle el pulso cultural; entre otras cosas, porque el poder se alimenta de los recursos que generan los penitentes a los que somete. El tigre encabronado. El riesgo de pisarle el cuello al tigre y aflojar la bota. El libro de la selva rebosa consejos para apechugar y salvar el registro civil para la próxima generación, si aún queda rastro de la prueba del talón que se llevaron al sótano de los hospitalones del Pisuerga. El tigre no ataca de frente. Basta con mirarle a los ojos para detener la embestida. Ese mundo animal fuente de sabiduría enseñó que al toro bravo no se le puede tentar dos veces para evitar una bestia resabiada. A los leoneses nos sacan a la plaza cada cierto tiempo, y capote va y muleta viene. Afarolados, chicuelinas, naturales, puerta gayola. El tigre y sus rayas, que son las pintas del leopardo. El tigre que viene a torearnos.

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