Diario de León

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La sequía es pertinaz; azules, los príncipes; los leoneses, quejosos. El 16-F, superaron las expectativas. Cuánto protestón suelto. Ojo clínico del que señaló la tara. Habrá que apear al conde Ansúrez del callejero de la Puentecilla y ensillar la placa del portavoz de Ferraz. En gratitud, por espolear el espíritu disimulado durante siglos bajo la coraza que envuelve a los cazurros al nacer; ese paso de la timidez al arrojo, que tanto enamora. Nadie creyó jamás que la transición (la energética, claro) agotaría la paciencia leonesa. Ardían los teléfonos del servicio secreto desplegado en la misión; los agentes dobles, los que tiran de la brida, los que le buscan el dobladillo al alcalde, a ver si un renuncio afloja las pesadillas de Tudanca y Morán, son los primeros en evacuar datos; exageraron los informes; era muchedumbre y escribieron tumulto; multitud, y dijeron remolino. Ojo ahora, que las mentiras corren más que la verdad. Los que defienden la teoría del antes leonesistas que socialistas llevan las mismas intenciones que los madridistas empeñados en repetir que el Barça de Valverde era mejor que el de Setién. Las banderas molestan a los que quieren poner otras; igual la del felino rampante a los que llevan en su ideario mantener izadas las almenas. Menos lobos. Es difícil ganarle al Estado una batalla. León, de hecho, las ha perdido todas, también con el Estado de Derecho; la de Riaño, la de las minas; la de la autonomía; la batalla del AVE a Ponferrada; la batalla del agua, la de los pinos; de los cínicos que llaman a medio siglo de abandono rosquilla poblacional. A poetas no les gana ni dios. Quién va a esperar nada del Estado; del Estado, que ni tuvo limosna para dos vigas y cuatro pilastras del puente de la LE-20 en la Granja; que lleva treinta años para encontrar 30 millones que acaben con la Ronda Norte. El Estado, dicen. El Estado necesita más a León que León al Estado. Y, sin embargo, León persiste. Le pilla a Galdós antes de beber los vientos por Fortunata y se hubiera puesto las botas. Galdós, relator del momento en el Dubravka Šuica descubre cómo pule la Junta en Valladolid el dinero que da Europa para frenar la sangría en León. Aunque nadie afinó como Azorín, cuando advirtió de que la revolución sin medios era igual que orinarse en las paredes del Banco de España; que en el caso de León, sería la fachada del Catastro. Mira, otra muesca en el revólver del Estado.

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