Diario de León

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De la última vez que un ministro de la montaña quiso ser corzo en la ribera, queda poco más que el casting de periodistas amoldados a la verdad; a la verdad de los dictados oficiales que evita que la mentira amarga del poder encienda la mecha del León que aún hinca la rodilla. Aquella aventura acabó como el rosario de la aurora, obcecado, el ministro de la montaña, en maridar la carne de potro de Torrestío con el vino clarete de los Oteros; y no cuajó; porque el dulzor de la caldereta de equino hace bola y no arrastra la amargura del picudo en la gargüela. Las operaciones políticas casi siempre se frustran por errores garrafales en la lectura de los atardeceres, por poner la práctica en manos de teóricos, por creer que el arrojo se reparte en los colegios elitistas en vez de por la línea sucesoria que, al final, hace que los hijos del león sean leones, los del gato, misines. Los del zorro, raposos, para concluir este relato somero por las consideraciones sociales que en León siempre han vivido tan apegadas a la fauna. Conviene repasar a esta altura del nuevo testamento que no acaba de nacer entre los apuntes de los viejos pergaminos de las antiguas escrituras, que un corzo en la ribera resulta mucho más peligroso para el ecosistema del poder que un ministro en la montaña, al que se le supone colmado de lisonjas y hospitalidad, natural y debida; por contra, para asegurar el territorio ribereño, el ungulado deberá de sortear todo tipo de embestidas, los disparos emboscados del fuego amigo, los ladridos ahogados de las rehalas, los grifones bañados en su propia sangre, que jamás se dan por satisfechos. Los escribas anuncian el advenimiento de una nueva era de rompe y rasga con lo establecido. Ministros o corzos de montaña (corcos de montaña) y corzos en la ribera. Debe tener enjundia el asunto, hasta asustar, porque los analistas visionarios, siempre celosos del yo lo vi primero, no reparan en las analogías del momento. El corzo de ribera se ha dado el mismo tiempo para desalojar al socialismo de la Diputación que la segunda venida de la legión koldo en sacar al alcalde de la alcaldía, y a otros herejes del castellanismo, como Cristo sacó a los mercaderes del templo. Scorsese siempre le guardó al chófer el papel preeminente del primer aviso; el segundo, ya, queda en manos de los pintores de casas. Ahora sí; ahora sí que van a llenar León de pintores de casas.

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