Diario de León

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En un momento de delirio, a la puerta de los templos del micoturismo piden firmas para la recogida libre y gratuita de las setas; veremos qué opinan los relojeros cuando se aplique la norma a los rolex. Y así con todo. Los que causaron el naufragio se empeñan en ser parte de la solución; novelan la enfermedad aquellos que están para curarla. Los elegidos para aplicar el antibiótico, el bisturí o el ibuprofeno, o las bombas de morfina, disertan sobre ese dolor que a veces duele y a veces altera. En otra declinación magnífica del te mato y te remato, el presente y no la actualidad desata los nervios con la primera entrega de la intención de voto de la plataforma que quiere hacer cocido con garbanzos de cuatro padres, a fuerza de meter en el mismo saco la ansiedad de los patos, el alpiste del ruiseñor, el rugido de la pantera y el canto de la alondra que mató el ballestero en la siberia extremeña. Los que tienen algo que perder, los que están a gusto en la burra, temen que un arreón entre el voto de los miserables complique sus cálculos de llegar al júbilo con la máxima cotización; que es un decir sobre el miedo que guarda la viña, que igual no tiene incidencia en que cobren más como clases pasivas porque la pensión ya es una quimera; para esos que tienen miedo, también. Ellos, mejor que nadie, saben que las predicciones sobre el voto se manipulan con intención lucrativa; por cómo influye la tendencia en los indecisos, y cosas que aquí resultan harina de otro costal. No llegará la sangre al río. A ver cómo son capaces de sumar los peaky blinders cuarenta mil papeletas entre tierras para el lobo a la candidatura del nunca mais. Que, en su día, no le sirvieron a la UPL más que para meterle el pánico en el cuerpo a los socialistas. Aunque se atomice el sufragio (ahora que ya sabemos lo inútil que resulta sobrevalorar la estabilidad, en la política o en el matrimonio) la España vacilada tiene un recorrido limitado en León. Es mucho creer que la gente se va poner a votar a lo loco lo que le digan en la Sexta. Sublimar el mundo rural está bien para los anuncios de la telefónica. Pero en los pueblos leoneses, no gusta nada. Se está más por el mensaje instintivo de que aquí, que no venga nadie a tocar los cojones. Por si hay dudas, ya va a volver el INE con las rebajas.

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