Diario de León

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Twitter ya le ha hecho al periodismo un boquete que deja en ridículo aquel estropicio que sufrió con las obras completas de Lou Grant. La actualidad está hecha para tomar a sorbos, cortos, reposados, que no superen el nivel de aguante de quien la consume; la actualidad es un producto perecedero, fresco, al que Twitter le ha acelerado los tramos de caducidad. En plena confusión, hay gente que otorga trato de noticia a lo que ve circular por la red de microblogging, con lo que se agita el desbarajuste en los filtros de la interpretación. Twitter resulta infinitamente más cómodo que el periodismo, lo que convierte casi en milagro que un joven universitario prefiera intentar ser periodista a tuitero; que por el terreno que le ha comido un campo a otro parece lo mismo, pero no es igual. Uno de los daños más graves que le ha infligido el pajarito que canta junto al templo sagrado de la información, que bebe de la confianza, la confianza que necesita de toda una vida para afianzarse y sólo de un segundo para diluirse, es la relación que permite entre los periodistas y el poder; para frustración de audiencia y editores, siempre el plumilla mullía al político; hasta que Twitter llegó para permitir al político blanquear al periodista; también aquí, sin acudir a desiertos remotos, ni a montañas lejanas. Yo te doy cremita, tú me das cremita, estrofa perenne en todas las canciones de verano. Si Twitter es un buen sitio para decirle al mundo lo que piensas antes de que hayas tenido la oportunidad de pensarlo, es inalcanzable. Lo mejor de Twitter confluye con lo peor del periodismo en el muelle de los egos, que es donde se cargan las baterías de las vanidades. Eres lo que publicas en Twitter; cada vez más. Han infestado los valores al punto de que no parece posible la vuelta atrás. Si lo fuera, si existiera una opción de salvar al mejor oficio del mundo del contagio acelerado que cabe entre un puñado de ciento y pico caracteres, está escrita en el frontispicio del colegio de los Jesuitas de Gijón, para invocar de los cañones del Cervera un rescate a la desesperada ante el asedio de los comunistas al regimiento de Infantería de Montaña; no se supone otro gesto más generoso que el de inmolarse: disparad sobre nosotros; disparad sin miedo; que el enemigo está dentro.

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