Diario de León

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Los híbridos enchufables ya eran tendencia antes de contar con el viento de cola de la legislación, con los postes de recarga en la sección de inversiones del erario público, y anuncios a todo color. Híbridos y enchufables salían del semillero de las clases extractivas, entrenados para pisar moqueta; mientras los compañeros de promoción cogían el petate para buscarse las habichuelas en Madrid, a ver nevar, las puertas giratorias se abrían de par en par para los híbridos enchufables, en oficinas céntricas, no más allá del Espolón, que San Mamés ya era periferia; siempre hubo cuota reservada para estos híbridos, que acababan enchufados, en la caja o en otros organillos moldeados para satisfacer el ansia del nepotismo de los patricios. Así llegamos a poner cara a los protagonistas y actores de reparto, figurantes y extras, todos homenajeados en los versos de Sabina, de aquel memorable capullo de mi clase, qué elemento, llegó hasta el parlamento, que todos llevamos dentro. Los híbridos enchufables de hoy nos lanzan de bruces al campo semántico de la electricidad, que es un sector capacitado para convalidar estudios de postgrado de ingeniería financiera. Y juegos malabares en usura. Aún no se ha resuelto cómo llega la corriente hasta los enchufables de gañote, del todo pago, sin repercutir la subida general de la tarifa, por razón de esa fórmula más vieja que la orilla del río, que deriva con los precios al alza de un productos cuando crece la demanda. Está el proletario que sofoca la fiesta mientras aguanta la embestida al diésel, a ver cómo estira la rebaja salarial para poder soportar la tasa que le van a endosar para sufragar el 27% de la factura eléctrica, para recargar berlinas de cuadriplican el precio al automóvil utilitario de combustible fósil, que es el único que se puede permitir el que paga la factura. Los híbridos y enchufables vuelven a jugar en el mismo campo. No interesa del debate; es compresible. Ni ese, ni el de la quema de impuestos en comprar paquetes de ceodós a pelo de conejo. Prefieren inducir conversaciones sobre cómo van a cobrar en Valladolid las indemnizaciones por las nevadas que dejaron tanto estado castastrófico en León; encaja mejor como postre en ese menú masticado que nos dan para que nos importen asuntos que no interesan más que al que vive de ellos; como la política.

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