Diario de León

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Puede que no haya otra ocasión mejor para hacerse del Atleti que esa, con la intervención del club en la campaña contra el acoso escolar, el bullying, que tantas vidas mutila en edad temprana. Ya saben, cuando un chaval con la camiseta de Savic detiene con la bandeja del comedor escolar el corrusco de los francotiradores de la envidia al niño diana, la víctima elegida para devorar en la hoguera de las inseguridades, la merma y la mediocridad de la jarca. El video pide salir en bucle, mientras se distinguen en la secuencias todas las caras que a lo largo del tiempo conocemos como instigadores destacados del entorno, los del mollete a la nuca, la china por detrás, la risotada, el dedo, la mofa que humilla, los idiotas que no soportan que haya nadie mejor, nadie diferente, nadie distinto. Nadie tímido frente al envalentonamiento de la masa. Los hijos de puta, así de crudo, que los hijos del león son leones y los cascos salieron a los botijos, de toda la vida de Dios. El acoso es el hijo primogénito del cainismo, que tiene enfrente más la defensa de los valientes, los cracks que en esta ocasión no son los que atacan, según proclama otra pieza similar de la propuesta atlética. Mientras circula desde la pasada primavera este recurso ante la peste que asola el sistema escolar de España, por el cauce legal se abre paso el tesón de los padres de Kira; una niña obligada a saltar al vacío para quitarse de encima del acoso cruel de la manada. Con 15 años, no hay salida frente a las fauces de los depredadores. Los padres de Kira acaban de dejar en el felpudo de la puerta de la Moncloa una petición para el desarrollo de una ley contra el acoso escolar; firman los promotores, los padres de Kira, y 225.000 españoles más, para que los legisladores dejen de tomarse a chufla la emergencia, y se amplíe el foco sobre esta fuga de los tanques de la vileza que alimenta la ira de canallas dispuestos a agotar la esperanza de la gente que quiere libertad y respeto en su vida, sin meterse en la de los otros. Los otros. Los otros es el combustible; la envidia, la chispa; la malicia, la masa inflamable que explosiona y arrasa todo el adene de bondad en el entorno. Entre todas las formas posibles de acabar con un chavalín, la peor es mostrarle la versión cruel de la humanidad que muerde y no va a soltar cacho por el resto de su existencia. Ahí el valor impagable de los padres de Kira. Pudieron abrir un silencio inmortal, y el que venga detrás, que arree. Y no. Eligieron combatir el mal, en un acto generoso que debería emocionar a todos los padres del mundo con hijos a los que amenaza arrasar esta barbarie.

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