Diario de León

Creado:

Actualizado:

De la soledad intuimos que se almacena a granel en las costuras del alma; y de repente, emerge, cuando no hay remedio, y una mañana se escapa a la imagen que escupen los espejos, entre ojeras hinchadas, como la angustia de los peces que buscan un banco en el que protegerse, como peces perdidos en peceras. De la soledad no hay otra cosa que conjeturas, testimonios, confidencias, de gente acorralada, que llega aturdida a la consulta del médico, y vomita allí la aflicción que le consume sin saber, a fuego lento. Sólo pienso en morir sin sufrir, para descansar y no dar trabajo ni asco, escribió el paciente en un folio de dos caras, así, para dejar constancia de que el motivo de la visita no era la tensión alta, ni el ácido úrico. La soledad en León está apegada al origen, al entorno, a los recursos endógenos que moldean el carácter de la gente igual que la llanura a los comanches, o la morriña a la Costa de la Morte. La soledad tiene una carga polisémica que no puede con ella. Se nace solo y se muere solo. Pero la soledad tiene más que ver con las gotas de agua en mitad del océano, con la mota de polvo en el desierto, con el grano entre granero, que con la exclusividad que señala una parte de la acepción del término. La soledad es un caballo de monta muy jodida; de otra forma, el Gobierno, tan dado a regular emociones desde sedes centrales en la Castellana y boletines oficiales, ya habría dado con la tecla para elevar soluciones a base decretos, con sus directores generales, sus secretarios de estado, sus agregados, sus comisiones y salones relucientes plagados de asesores; no hay ministerio de la soledad, ni consejería de la Soledad, por tanto, ni diputados de la soledad, de igual manera que en Bután, o por allí cerca, se interacciona con la intimidad de las personas a través de un ministerio de la felicidad. Este día de atrás, una persona no aguantó la presión de la soledad y le confesó al doctor que su sufrimiento físico y mental era una anécdota en comparación con el agujero de las entrañas. Se lo dijo al médico porque seguro que fue la única persona a la que se lo pudo contar; que se lo hubiera confiado al panadero, o a uno que pasó en bicicleta cuando el invierno ya era inevitable. Lo escribió. La soledad, a veces, te quita hasta el habla. La soledad es la peste de este siglo.

tracking