Diario de León

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Tejota, ¡al tejado!, ordenó el santo dios, santo mortal; y allí siguen, instalados, francotiradores emocionales de la causa pública a la que manejan mientras agitan el vaso de bourbon en la barra y pasan revista a la víctima. Siempre hay una víctima con el tejadismo, que es a León lo que el peronismo a la Argentina, con sus montoneros y sus chanchullos. Tejota, ¡al tejado! fue la orden en clave para despojar al PP de la mitra municipal con los votos que cambiaron a la urna socialista los mismos que en domingo electoral prometieron fidelidad a la causa, la causa conservadora, que entonces lideraba Amilivia. En toda la amplitud del campo semántico del tejadismo, esconden su capacidad para diluirse en los tumultos.

Cuando Carrasco los desalojó de los templos igual que Cristo a los mercaderes, y los sacó a escobazos de los despachos en los que se acurrucaban al calor de las moquetas, se camuflaron en las sacristías, o entre políticos incondicionales que reverencian sus acciones, sin disimulo, desde que en los consejos de la caja se cantaba bingo a la hora del ángelus, entre sociedades de reforma de medio pelo, con las que trampean para sostener el tren de vida que supone hacer de Marrakech un Saint-Tropez amoldado a los gustos de la élite cazurra con ínfulas de nobleza. Un joven periodista ya advirtió hace dos meses de que había luz encendida en las oficinas que salvaron del naufragio de la Lastra, su Vietnam particular, se conoce que porque han rehabilitado la percepción como parte de su relación con el poder.

Luego, el arquitecto de la obra, que vuelve al caminar rumboso que llevan los que acaban de rematar una faena, con la cartera de cobrador bajo el brazo y en bucle por el mismo cruce de peatones que tantos pasearon cuando ocultaron el embarque de la bancarrota detrás de aquella ensoñación del equipo local de fútbol en la Uefa sin salir de tercera. Como parte del mundo paralelo que suelen administrar, están las unidades de medida propias; la anchura, como el puente vecchio que diseñaron de Lancia a la estación, sin ponerse colorados y nada; la altura, a ras de la séptima planta para saltar la sede munícipe. A estas alturas, ya habrán puesto el huevo del que saldrá el pajarín elegido para abordar la misión de meter el dedo en la erupción que se barrunta en el PP leonés; sin otro fin que sacar tajada, especialidad de la casa; el peronismo leonés llevaba diez años agazapado para asaltar este tren.

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