Diario de León

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Lo próximo, serán chamanes a la puerta de salida del vacunódromo para instruir con recetas caseras que aflojan el revolcón de la banderilla. Algo así como aquellos charlatanes que, borrachos, te contaban en los antros de la calle Varillas la forma de soplar para burlar en el alcoholímetro los ocho cubatas de la noche, la noche aciaga de León; otra más. Pon la boca así, como que fueras a beber, y expira. Daba resultado, sobre todo sin controles en el camino de vuelta. Había gente que se hinchaba a leche antes de entregarse a las madrugadas de barra fija con la fe ciega que muestra ahora el neo vacunado en el paracetamol, de un giga, por favor. Todas las pócimas resultan un placebo cuando el mecanismo del aerreene mensajero (que es nombre de empresa postal) comienza a darle mordisquitos al sistema inmunológico. Luego, están los devotos de las marcas, que piden pfizer por esa boquita igual que exigen la nike transpirable para las sesiones del jotío en el gym, que las de la fórmula genérica del hacendado reaccionan mal con el sudor y acaban con un ecosistema habitable a diez metros a la redonda. El 77% de los contribuyentes del Reino de España estarían dispuestos a vacunarse tantas veces como dispongan las autoridades. El problema de tropezar en la misma piedra se agrava cuando la piedra te mola. Ese trance ha vuelto a juntar ¡tres veces en medio año! a la generación que descubrió la plata de Los Ángeles y se quedó a verlas venir con el oro de Barcelona. En pleno recital, mientras la cola serpentea para hacer más llevadera la sensación de pertenencia a un rebaño que deplora a los pastores, allí expuestos, a la orden del bando de la yunta, se hace saber a los nacidos tras el mayo cruel del 68... , la mitad de este León que a duras penas se mantiene en pie se asomó al balcón de la vejez, que anuncia el futuro cuando es menos próspero que el pasado. A esa vera del alero del tejado de Perrault, la tercera de moderna es la segunda de vodka, que genera tristeza y arruga el ánimo por el efecto gulag; es la tercera de cruzcampo, las decepciones proporcionales a las expectativas; el quinto de tequila, que desata la euforia a punto de descorchar cinco días de catarsis. Era fácil de imaginar, si la cola llegaba a la esquina del Periferia.

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