Diario de León

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Siempre fuimos muy de entregar niños, becerros y vírgenes al Estado; de ahí, el pie a la estrofa sin León no hubiera España, que tanto escama a los castellanos, y a su imperio mediático, que no hay poder sin factoría de ficción en la trastienda. Lo mismo que se enviaron doncellas a la morería, se empaquetan votos y diputados autonómicos al otro lado del muro de Merlín, o se deja que la brecha del tren, nada, una apendicitis en aquellos sesenta que alentaron la primavera de Praga y la revolución de los coches sobre el ferrocarril, cronifique como un acantilado en el costado de Paraíso Cantinas; a corazón abierto. Los que sacaron a Franco de la sepultura no encuentran pasta para enterrar la vía. La cosa es cómo van a vestir este muerto que sale del trastero, este otro fiambre del ahora o nunca, estos restos momificados del parece que llueve pero es que mean que acompañará a los que van a nacer, te saludan, de aquí a la derogación del efecto inflacionista de la agenda 2030. Claro que es política. En qué alacena de la despensa de putadas y gatillazos (no eres tú, amor, soy yo que me di cuenta) se iban a colocar, si no, los 400 millones de euros para la losa en Montcada y Reixac, 700 y la madre de Valencia, o la talegada de Langreo, ya se verá la criatura del parto próximo en Valladolid después de esa gestación arrullada por sus señorías en las Cortes, y el humillante no me queda más que retales y rodapié para el Limonar de Cuba, famoso por el tributo a Eiffel y al dadaísmo chatarrero, con el amasijo de hierros y un ascensor que se paró con la caída del eurocomunismo. Claro que es política. Como es política que los políticos leoneses estén clisados, de clisos, clisar, en tendencia creciente del movimiento de doblegados que nos representa, porque queremos, desde antes de Martín Villa. Se esperaba hasta ayer un posicionamiento de la zona noble de la estrella de la Muerte a favor de la tercera localidad más habitada de la provincia leonesa, por verse topada (ay, ministra) por una cárcava del tipo que abrió Yahvé en el mar Rojo. Si se puede decir rojo, a estas alturas del capítulo hilarante que vuelve a vivir León con esa clase extractiva, tan encorvada, tan genuflexa, en plena campaña para salvar al soldado Barbón. Porque lo de aquí, la Dipu, ya es caso perdido.

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