Diario de León

Creado:

Actualizado:

Hubo otra vez que la Vuelta ciclista recorrió descalza el filo de la navaja, a punto de quedarse fuera del calendario, como esta edición, empujada al ocaso de un año pandémico, reservado de otra forma al tiempo que los ciclistas profesionales dedican a equilibrar el bronceado con el sol del membrillo de playas paradisíacas, bien lejos de la chicharra de julio por el Loira, que deja la marca inconfundible de los segadores, a fuego, los brazos de los velocistas, las piernas de los escaladores, y el torso en pico que delata al suéter sin cuellos. Hubo otra vez, cuando a León le quedaba potencial para influir, para decidir, como esta, que la Vuelta resistió el envite del terrorismo, cuando el terrorismo no podía soñar ni de lejos llegar a encamarse con el poder ejecutivo, y atacó al organizador, al patrocinador (que era periódico, igual que la Gazzetta dello Sport en el Giro) y la carrera quedó al borde de la desaparición. Y Luis Puig, insigne presidente de la Federación Española, Española de Ciclismo, buscó partisanos dispuestos a salvar la prueba, que volaba en primavera, entre aguaceros mil, la nieve servenda de abril y el viento que abanica los trigales, más considerado y amable que este airón de las castañas. Y buscó a Senén, que atendía en la trastienda de aquel taller de venta y reparación de bicicletas de Suero de Quiñones, estancia alumbrada por la reproducción en edición de lujo de la icónica imagen de Gino Bartali y Fausto Coppi, mapa mundi de emociones a escala, otra gioconda que no acaba de aclarar quién le dio el bidón a quién, Galibier arriba. Y Senén, que igual recibía a peregrinos belgas en bicicleta que le traían recuerdos de la Valonia de viejos compañeros del pedal que dedicaba días enteros a tutelar la progresión de jóvenes lebreles, respondió solícito a la petición de rescate; y llamó a la familia Vázquez, y Piva Motor formó parte de la escueta docena de firmas comerciales que pusieron la panoja y libraron a la Vuelta de la muerte. Senén, León, España, eran las señas, la correspondencia, sin apartado de Correos ni código postal, ni otros formalismos. Conviene recordar a Senén cada vez que un ciclista se hace a la mar; aunque esta vez, el frontal impoluto del maillot de los granaderos del Ineos nos haga creer que, en vez de Froome, llega al rescate un soldado de la Unidad Militar de Emergencias en mitad de la niebla de ese fin del mundo de la Farrapona.

tracking