Diario de León

Creado:

Actualizado:

Vimos más subidas de pensiones en la Tercia que ascensos al Galibier, cuando el Tour era la única solución a mano para celebrar la revolución francesa. Apegamos los meses a las sensaciones; y septiembre nos dio pie durante una década, o así, para creer que el estado del bienestar era esa fuente de energía que puedes disfrutar hasta rebozarte en ella, y no vas a tener que devolver, obra del Soma, sin pancho, del Soma que selló el acuerdo con Sánchez a base de besos en el primer mitin del pabellón de la Torre, en plan Honecker y Brezhnev. La pradera que cría los mejores potros de todo León llegó a meca del socialismo por obra y gracia del puño en alto —en pie, famélica legión, que en boca de tíos que se embolsaban ciento veinte mil al año sonaba a vaqueirada en la feria de abril— en las primeras siembras de la involución de la rosa, desde Suresnes al chándal de Caracas. Ahí sigue la cosa, a chimenea por mes en la térmica de La Robla, y a punto de atracar las últimas naves en el muelle del Caribe de ese avance del Pacto de Varsovia de la UE por el mundo de la paguita a cambio de dejar al Estado que regule la temperatura del interior de las personas y las tiendas de Amancio, y tome las decisiones claves de la casa; tanto, para el gas, esto, para billete de tren. Mientras tiren de la soga de los impuestos, nunca faltará limosna ministerial para el consumo de la heroína cultural que le interesa al jambo de Davos. Septiembre era de colorines, con en ese gentío entre el pinar rojo de la Tercia, en un paraje que parece dispuesto por el creador para el acontecimiento: la tasca de la sidra y el bollu de los que pagaban la fiesta estaba por encima del nivel del púlpito, que escupía a discreción discursos del proletariado y del inquilino de la Moncloa. Como que fuera lo mismo. Allí, donde no había más réplica que el Villa, León no es Castilla (no sé a qué viene ahora tanto lío ahora con que los de la tele púbica le llamen meseta castellana y montaña palentina a los Espejos de la Reina) se iba con el espíritu crítico bien lavadito de casa. Un día, entre subida general de pensiones y subida de pensiones mínimas, Zapatero anunció que España acababa de ganar el mundial de basket. Y Alfonso Guerra, patrón de los socialistas sin carnet, presente. Joder. No cabía más felicidad.

tracking