Diario de León

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No es lo que se vota; es lo que se deja de votar. La mitad de Laciana se mostró impasible. Para atacar un sistema, nada más efectivo que mantenerse al margen. La mejor forma de evitar al radar es no circular por las calles en las que está instalado. La mitad del censo se quedó en casa el domingo en los valles leoneses en los que solía florecer la política antes que los cerezos. Espacio para los que aún confían en los sueños, en que lo que uno cree es lo que pasa. Leoneses, dirán entre los enviados especiales a esta misión de infieles; leoneses, mejor entrenados en la disciplina de pensar lo que se dice que en decir lo que se piensa. Sorprendería lo que ha sido capaz de resistir León con esa leve noción de subsistencia, tan simple, tan propia, tan ajena a los anzuelos. Entrenados, también, en el martillo pilón de la constancia, asistimos a la justicia poética de la democracia: ganar votos y elecciones no es ganar expectativas. León comprende, al fin, a Casado, a punto de remasterizar el quién maneja la barca, el desconsuelo de Tudanca (mejor que llore él que no nosotros, según espetó uno en el café cuando se percató del desconsuelo del que Zapatero llama buen chaval); tras las urnas en León, se puede concluir que todas las especies tienen un depredador conocido, aunque las cigüeñas y Mañueco hacían creer lo contrario. Democracia es cuando el voto transmite al votado las nulas expectativas del votante; con todos los respetos para Benjamin Franklin, que hizo lírica con los dos lobos y el cordero que elegían qué llevarse a la boca, y al final triunfaba la libertad del cordero, bien protegido, para impugnar el voto. Esta vez no va a venir el joven Arenas a firmar un pacto a San Marcos; ni el PSOE enviará aqueos a dinamitar la Troya de UPL. El tercer arreón histórico de León al estado autonómico se cura con jarabe mediático. Qué lerdos los leoneses, con sus elecciones localistas; qué tenaces los sorianos, defensores de su tierra y de sus hijos. Parisi, último Nobel de Física, lo es por observar el vuelo de los tordos. Unos pocos pájaros empiezan a darse la vuelta y los demás los siguen. Más o menos, la forma de iniciar una tendencia. Un bando de estorninos es capaz de responder a la eficacia del vuelo de un halcón; bastaba con haberse fijado, como Parisi.

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