Diario de León

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En un momento muy oportuno ha tenido lugar el encuentro en el Vaticano entre el papa Francisco y el presidente del Gobierno de España. Varias de las reflexiones expuestas en su reciente encíclica, ‘Fratelli Tutti’, sobre economía, temas sociales, pobreza, solidaridad, coinciden con la visión que tiene Pedro Sánchez, sin olvidar el reciente apoyo papal a las uniones civiles entre homosexuales, centrado en el derecho que tienen a vivir en familia.

Si Francisco será reconocido como el gran reformador del Vaticano por sus desvelos en favor del bien, la justicia y la solidaridad, las medidas impulsadas desde el Gobierno de coalición, como el Ingreso Mínimo Vital, el aplazamientos del pago de impuestos, las bonificaciones de la Seguridad Social, muestran que ambos mantienen inquietudes coincidentes.

No. Sánchez no saludó a Bergoglio después de haber pedido prestada la insignia de la hoz y el martillo para lucirla en la solapa. Eso seguramente hubiera gustado a muchos, pero Sánchez es socialista y está comprometido con la democracia.

Con una visión cortoplacista e interesada, Santiago Abascal, candidato derrotado de Vox a la Moncloa, arremetió contra Sánchez en el Congreso, acaso porque había calificado al papa Francisco de «figura incuestionable». Pero hubo más. El rechazado candidato Abascal, que había dibujado una España sometida a un «Gobierno criminal, de la mentira y del fraude» y que estaba siendo corroída en sus bases por las autonomías, no pareció interesarle demasiado la grave crisis que vivimos a causa de la pandemia.

Pero sí insistió en carcajearse otra vez de Sánchez. En otro momento de su larga intervención, Abascal lo definió como «el campeón del divorcio y de la eutanasia». Y a punto de que emprendiera viaje para visitar al Papa, previno al presidente que muy pronto acabaría rezando la oración, Jesusito de mi vida. ¿Y por qué no?

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