Diario de León

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Mucho se habla estos últimos meses de la reconversión energética, de la transición hacia un modelo de producción más eficaz, eficiente y sobre todo más ecológico. Está más que claro que los recursos energéticos en los que hasta ahora hemos basado nuestra economía son limitados, y lo que es más grave, su extracción y transformación nos está conduciendo, a marchas forzadas hacia un galopante cambio climático, del que ya empezamos a sufrir las consecuencias.

Esta transformación es lo que se viene a denominar economía circular, que es una de las siete iniciativas emblemáticas que forman parte de la estrategia Europa 2020 que pretende generar un crecimiento inteligente, sostenible e integrado.

La economía circular es un concepto económico que se interrelaciona con la sostenibilidad, y cuyo objetivo es que el valor de los productos, los materiales y los recursos (agua, energía,…) se mantenga en la economía durante el mayor tiempo posible, y que se reduzca al mínimo la generación de residuos. Se trata de implementar una nueva economía, circular _no lineal_, basada en el principio de «cerrar el ciclo de vida» de los productos, los servicios, los residuos, los materiales, el agua y la energía.

Pero este concepto, más que una estragia tiene que ser una forma de vida. De ahí el título de esta columna, «Pensamiento circular», que además de ser uno tema de Iván Ferreiro, debería ser una manera de aplicarnos la teoría a nuestra manera de pensar y de actuar.

No se trata de que ahora todos los rompamos las vestiduras haciendo bandera del ecologismo radical, cosa que no estaría nada mal, como ya henos visto en Francia, donde los verdes forman ya parte de las grandes decisiones del país. Se trata de que apliquemos el sentido común a esta nueva forma de vida, rompiendo con ese paradigma de la economía lineal de comprar, usar y tirar, para cambiarlo por el de la economía circular: reducir, reutilizar y reciclar. Comencemos en nuestra casa, en nuestro centro de trabajo, en la manera que tenemos de educar a nuestros hijos. Simplemente hay que cambiar ciertos hábitos de consumo para que se reduzca la utilización de materias primas, y con ellos los costes de producción y se abaraten los productos. Cerremos el círculo, todos ganamos.

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