Diario de León

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Un día después de que se presentara la campaña de incendios de este verano ya sufrimos el que se perfila como el primer GIF (Gran Incendio Forestal) de la comunidad, en la vecina Sierra de la Culebra, un paraje con un altísimo valor medio ambiental, y en cuyas labores de extinción resultó herido un bombero forestal por quemaduras en sus manos. En este caso parece que ha sido un rayo el que ha causado el incendio, lo que unido al extremo calor y a la cantidad de combustible forestal seco que se acumula en los montes ha originado el desastre. Más de 200 efectivos tratan de controlar los cinco incendios que permanecen activos en este en este idílico lugar de la provincia de Zamora, donde se encuentra una de las más estable concentración de poblaciones loberas de España.

Nos espera un verano complicado. La intensa sequía que hemos padecido en los últimos meses nos va a pasar factura, una factura que vamos a pagar todos. Son muchos los factores que hay en contra de que se siga manteniendo la tendencia descendiente en el número de incendios de los últimos años, sobre todo si como sociedad no apelamos al sentido común y a la responsabilidad, porque tal y como recordó una vez más este semana el consejero Juan Carlos Suárez-Quiñones, detrás del 93 por ciento de los incendios está la mano del hombre, una mano en ocasiones guiada por un instinto pirómano, y en otras por un instinto imprudente. Lo que no podemos olvidar es que la cultura del fuego que sigue habiendo en nuestros pueblos también está detrás de una de esas manos que no se muy bien como calificar. El fuego limpia, el fuego elimina la maleza, el fuego purifica. Falso, el fuego quema lo bueno y lo malo, y no respeta los límites. El fuego se descontrola, devora nuestros montes y amenaza a sus gentes. Por eso hay que desterrar esa cultura y señalar a los que la practican. Tampoco hay que olvidar que las imprudencias se pagan y que por quemar un espacio protegido poniendo en peligro a la población supone penas de más de 20 años de prisión, aunque ni una sola persona resulte herida. Como conclusión, en nuestra mano consciente, cabal y prudente está que este verano no sea un infierno ni para nuestra biodiversidad ni para los trabajadores que trabajan para protegerla.

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