Diario de León

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Ha tenido que venir Filomena para que nos diéramos cuenta de que la pobreza energética es una de las grandes deudas que tenemos como sociedad. En nuestro país, un 15% de la población, es decir, cerca de 6,8 millones de personas sufren pobreza energética. El otro 85% tiembla, y no de frío, al ver como su factura de la luz se dispara. Pero volvamos a ese 15% que todos los meses tiene que elegir entre comer o calentarse, una triste dicotomía de lo que deberían ser dos derechos fundamentales _el acceso a la alimentación y la energía_ y que se están convirtiendo, sobre todo el segundo, casi en artículos de lujo.

Sí que es cierto que hay una serie de medidas con las que el Gobierno quiere luchar contra esta pobreza energética. Los bonos sociales, las moratorias, las treguas a las familias vulnerables, son parches que a corto plazo ayudan pero no solucionan el problema que es la enorme brecha energética que divide a la sociedad.

No hace falta recordar los múltiples sacrificios que hemos tenido que soportar a lo largo de la historia para dar concesiones a este estado del bienestar que parece que no nos quiere devolver el favor. La traumática construcción de pantanos, las torres de alta tensión, los postes de la luz, los cuestionados parques solares, los eólicos, estas grandes infraestructuras levantadas en medio de nuestros paisajes se crearon para garantizar un suministro eléctrico al que una parte de la sociedad no puede acceder por falta de recursos económicos.

Es demasiado el precio medio ambiental que sufrimos por parte de las multinacionales eléctricas para que encima luego se nos niegue este derecho fundamental. Es el momento de que el Gobierno aborde una reforma energética integral, que no solo se centre en asegurarnos una energía limpia y respetuosa con el medio ambiente, que también, sino que garantice un suministro sostenible para que la energía deje de estar de una vez en manos de los intereses comerciales de las empresas y empiece a considerarse como un bien de primera necesidad, un derecho. Con una ola de frío como la que estamos subiendo, con temperaturas de hasta 15 grados bajo cero, el acceso al calor es ya una cuestión de salud, de dignidad, es una cuestión de Estado.

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