Diario de León

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Siempre he sentido una especial admiración por los jóvenes comprometidos con unos valores, con una ideología, con una forma de vida, con lo que sea con lo que ellos y ellas crean que pueden cambiar el mundo. En el caso del medio ambiente el compromiso es más necesario que nunca ya que la emergencia climática corre en nuestra contra y nos pone cada vez más contra las cuerdas del calentamiento global. Pero qué culpa tendrán de esto los girasoles de Van Gogh, la mismísima e impasible Gioconda de Leonardo Da Vinci, Monet, Andy Warhol o nuestras queridas y veneradas Majas de Goya, que prenden de paredes del Prado. Que necesidad hay de llenar de salsa de tomate, pegamento o pintura los templos hasta ahora inquebrantables que son para muchos los museos de nuestras ciudades. No alcanzo a comprender porqué para defender algo hay que atacar lo que es casi tan sagrado como el medio ambiente y que es nuestro patrimonio cultural. Siempre se ha dicho que la mejor defensa es un buen ataque, y este no lo es, porque estos jóvenes activistas, por llamarles de una manera suave, están consiguiendo el efecto contrario a lo que muchas personas llevan defendiendo desde hace mucho tiempo. Esta ola de delincuencia y de extorsión continuada, que es como se le debe llamar, está consiguiendo demonizar al ecologismo hasta tal punto que muchos lo consideren ya como una amenaza a la sociedad. No podemos tolerar más este chantaje. Si lo que quieren de verdad es actuar contra el cambio climático y el calentamiento global que tiren salsa de tomate a alguna empresa eléctrica, o a esas grandes superficies que llenan de plásticos nuestras casas. No están inventando nada nuevo. Que se empapen de ideas buscando en Internet esas campañas de Greenpeace, cuando atravesaban los océanos para perseguir a los barcos balleneros o se encalomaban a los grandes buques petroleros. Sin ir más lejos, aquí en León en 2017 desplegaron una enorme pancarta desde el puente Fernández Casado, sobre un seco y cuarteado pantano de Luna para protestar contra el mal uso del agua que hoy seguimos padeciendo. Eso se era activismo de verdad.

En toda la guerra hay que saber a quien disparar, y el arte y la cultura no pueden convertirse en las víctimas de esta sinrazón. Afinen la puntería.

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