Diario de León

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Estas semanas de reclusión dan para pensar mucho sobre en qué manera se podían evitar este tipo de situaciones propias más bien de un guión de peli norteamericana de domingo por la tarde que de nuestras vidas sumergidas en la cotidianidad y lo previsible. Todavía no me cabe en la cabeza que un virus haya puesto patas arriba las vidas de millones de personas en todo el mundo y nos condene a estar confinados, con la respiración contenida y sin saber que nos depara el futuro más allá de las dos próximas semanas.

Llevamos muchos meses reclamando a todos los niveles la adopción de una serie de medidas urgentes para proteger al medio ambiente, frenar el calentamiento global y, en definitiva, salvar al planeta. Pero, ¿quien nos salva a nosotros de este planeta que parece que nos ha dado la espalda?. Es muy poca la certeza que se tiene en este momento sobre el origen del coronavirus. Sí que se sabe que surgió en China, donde se da rienda suelta al mercado incontrolado de animales silvestres, donde se sitúa el origen del virus. Por lo tanto, la enfermedad del Covid-19 es un nuevo caso de zoonosis. En este punto hay un sector al que a mi juicio no se le está dando toda la voz que se debería, y que por el momento ni siquiera se ha tenido en cuenta en los distintos comités asesores formados para luchar contra la pandemia. Hablo de los veterinarios. El virus del Zika, el mal de las vacas locas, la toxoplasmosis, todas estas enfermedades contagiosas y mortales muchas de ellas han tenido origen en una especie distinta a la humana, por lo que su tratamiento y su erradicación ha salido de los laboratorios de los profesionales de la salud animal.

Desde el comienzo de la pandemia, los veterinarios han estado en primera línea para echar una mano desde su condición de personal sanitario, atendiendo así a la llamada del Gobierno centrl. Cientos de clínicas veterinarias han cedido sus equipos de protección, radiológicos y ecográficos, ventiladores y todo tipo de material indispensable para su trabajo a hospitales de todas las comunidades. Pero ellos quieren ir más allá del gesto solidario y ponen sobre la mesa su experiencia en la detección de estas enfermedades, para poder participar en el comité asesor para frenar la pandemia. El Gobierno debería poner más sillas en ese comité y escuchar a este colectivo. Se lo merecen.

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