Diario de León

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Con la llegada de la primavera la actividad de los osos comienza a ser más intensa. Después de los meses de hibernación, salen a buscar comida para hacer acopio de esa energía que les hace falta después de su letargo. Comienzan los primeros celos, que hace que los machos estén más nerviosos de la cuenta, y la gente empieza a llegar a los pueblos, con el incremento de basura que eso supone, lo que hace que algunos plantígrados no duden en ir a buscar la comida fácil de los contenedores, o de los árboles frutales y colmenas que tenga a su alcalce.

Sin duda que estas son circunstancias a tener en cuenta para evitar sustos como el que se llevó hace varias semanas una señora de 75 años en Asturias, aunque todo sea dicho de paso, que poco hizo o nada esta vecina de Cangas del Narcea para llevarse el zarpazo en la cara de un oso que se cruzó en su camino, en una carretera, con la mala suerte, encina, de caerse y romperse la cadera.

Según destacan desde las patrullas oso de esa localidad, el ataque se produjo de forma fortuita, es decir, que la mujer tuvo mala suerte de toparse con uno de los cerca de 325 osos que hay en la Cordillera Cantábrica, y que en vez de asustarse y marcharse como hacen la mayoría de ellos, reaccionara arreándole un zarpazo, y protagonizando así el último de los ocho ataques de la especie en los ultimos 30 años en los parajes de Galicia, Asturias, Cantabria y Castilla y León.

A lo que voy, que deseándole a esta señora la mejor de las recuperaciones, tampoco hay que abrir ahora el debate de oso sí, oso no. Está claro que la espectacular recuperación de las especies, que hace un par de décadas estaban en serio peligro de excepción, nos obliga a ser producentes con un animal que requiere su espacio y su libertad y que no está acostumbrado, ni debe estarlo, a interactuar con el ser humano.

Por eso, la regulación de las actividades de observación y el sentido común de aquellos que persiguen móvil en mano captar escenas de osos en libertad para luego difundirlas en las redes sociales, se hacen ahora más necesarias que nunca para evitar que todo ese esfuerzo y ese trabajo hecho durante años por las administraciones y por asociaciones como la Fundación Oso Pardo o Fapas se vean empañados por accidentes de este tipo, buscados o no.

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