Diario de León

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El hallazgo por parte de los investigadores que llevan a cabo el programa de radiomarcaje de osos pardos en la Cordillera Cantábrica de un collar de uno de sus ejemplares arrancado, ha puesto de manifiesto que una de las lacras que precisamente a punto estuvo con acabar con la especie en los años ochenta, y que es la principal amenaza para las especies más emblemáticas de este país, sigue acechando.

Furtivos han habido, hay y, por desgracia, habrá siempre. Así queda de manifiesto una y otra vez en la cámaras de fototrampeo con las que se hace seguimiento de las distintas especies.

Con una finalidad económica, los preciados trofeos de caza, o porque ven a las distintas especies como una amenaza para sus intereses, los cazados furtivos siguen estando detrás de la muerte de un gran número de especies animales de las que rara vez nos enteramos, a no ser, como en este caso, que aparezca una evidencia, que pocos quieren ver.

El collar encontrado en las inmediaciones de un camino de Villar de Santiago, estaba claramente cortado por un objeto cortante, y no lo digo yo, lo dice el laboratorio que con telescopios del alta precisión han analizado las fibras del collar.

Sorprendentemente, son los responsables del proyecto, el grupo Cantabrian Brown Bear Research Group, los que han denunciado estos indicios ante la Guardia Civil, en este caso el Seprona, que investiga el caso, en un ejercicio de transparencia y responsabilidad.

El problema es que para la Junta de Castilla y León, de la que depende este programa, no son suficientes pruebas las que se tiene para hablar de furtivismo, poniendo en duda la profesionalidad y la experiencia de los expertos que ellos mismos han contratado. «El collar pudo haberse caído en una pelea de osos», dicen. «O el propio ejemplar se lo ha podido quitar ya que son animales muy hábiles», rematan. Y podría ser si ahora los osos usaran navajas en sus peleas o alguno de ellos se llamara MacGyver. En fin que entre elucubración y elucubración nada se sabe del oso desaparecido, del que no hay ni un solo signo de pelea en la zona. Simplemente no está. Mientras, sus responsables miran para otro lado, no se muy bien si tratando de no querer ver que la amenaza del furtivismo nos sigue acechando.

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