Diario de León

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Ahora que el nuevo alcalde, José Antonio Díez, se ha propuesto hacer de León la ciudad mejor del mundo, ahí es nada, vamos a darle una pequeña gran vuelta al tema de los contenedores de basura de esta ciudad, con los que el nuevo regidor fue especialmente crítico cuando estaba en la oposición.

Ya ha detenido la indiscriminada poda de los árboles de la ciudad que tenía a palomas, tórtolas y estorninos de la ciudad en pendolín con las ruidosas podadoras del Ayuntamiento acechando sus nidos y también ha dado un empujoncillo a la renovación de la iluminación de la ciudad con la que además de contribuir al ahorro energético va a evitar que los leoneses nos demos contra las farolas —siempre apagadas— cuando cae el sol.

Como ve, le sigo bien de cerca, alcalde —medioambientalmente hablando, claro—. La mejor ciudad del mundo no puede tener este chapucero y desastroso sistema de recogida de basura. Al principio, cuando los instalaron, yo no veía con buenos ojos que los contenedores, tanto los de basura orgánica como los de reciclaje, estuvieran sólo a un lado de las calles —para facilitar a los camiones su recogida —, ya que discriminaba a los vecinos de los números de enfrente que tenían que cruzar la calle, casi siempre a las bravas, ya que los pasos de peatones son los que son, para poder tirar sus residuos, pero vista la suciedad y lo desbordados que están muchos de ellos casi me parece una bendición no tenerlos frente a mi puerta.

Lo segundo, olvídense de tirar la basura en tacones o con sandalias planas —fuera glamour en la ciudad más bonita del mundo— porque te dejas la cadera pisando la barra para que se abra la tapa, tras lo cual, lanzamiento de bolsa sobre agulero fijo, ya que para las personas de no mucha talla como yo, resulta toda una proeza pisar la barra, no perder el equilibrio para no tener que sujetarse al contenedor, y meter la bolsa con la otra mano. Pero frivolidades a parte, si yo tengo todas esas dificultades con mi metro sesenta, cuantas no tendrán las personas que van en silla de ruedas, que tienen alguna discapacidad, nuestros mayores o los niños a los que por fin les encargan bajar la basura.

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