Diario de León

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El próximo 26 de marzo se celebra la llamada Hora del Planeta, una cita mundial que la asociación World Wildlife Fund (WWF) lleva a cabo desde 2007 para proteger a la naturaleza frente al cambio climático. Consiste en apagar la luz durante 60 minutos, todos a la misma hora, para tomar conciencia de la importancia de construir una sociedad neutra en carbono y para asumir una serie de compromisos individuales que ayuden a reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera a la mitad y detener la pérdida de biodiversidad de aquí a 2030. Ahí es nada.

Pero la importancia que adquiere este evento este año, a parte de que se cumplen 15 años de ese primer apagón que se fraguó en la ciudad de Sidney y que más tarde se extendió por todo el mundo, es ahora mayor, porque cuando se apeguen esas luces todas las miradas estarán puestas en Ucrania, ya no solo por la crisis energética que sufre ya todo el mundo, si no por la catastrófica situación humanitaria de este país que languidece en la oscuridad permanente de una guerra sin sentido. Se apagan las luces y se encienden los corazones que laten por la paz, en silencio y a oscuras.

Lo que es más que evidente es que los intentos por impulsar esa transición ecológica que no acaba de fraguar se han visto atropellados por esta guerra que ha desencadenado una crisis energética sin precedentes en todo el mundo.

Está claro que de momento nada ha funcionado para reducir la dependencia Europea en materia energética de factores externos, y que el plan de descarbonización, que tanto coste social ha tenido en muchos territorios, no parece suficiente para dejar de depender de las importaciones de gas y petróleo de Rusia. Solo en España, el 60% de la electricidad que consumimos proviene todavía de materias fósiles, mientras que el 40% restante ya procede de las renovables.

Mientras que los mandatarios de los países europeos tratan de buscar una solución a esta dependencia rusa, que está disparando los precios del gas y de la electricidad, habrá que tirar de la manta y esperar, y a lo mejor hacer caso a Borrell que lo que dice es que mejor que estos días no pongamos mucho la calefacción. Simpleza dentro de la complejidad.

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