Diario de León

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El debate del lobo está adquiriendo ya unos tintes de enquistamiento que se escapan a la razón. Es tal el tira y afloja, ahora a tres bandas, entre el Gobierno, la Junta de Castilla y León y Europa sobre este tema que estamos perdiendo el foco de lo que realmente es importante, la perfecta convivencia de una especie tan emblemática como conflictiva con un sector tan necesario y frágil como la ganadería. Aquí no se trata de dirimir quienes son los buenos y los malos, o quienes son los que tienen el derecho de sobrevivir, si los lobos o los ganaderos. Se trata de aplicar el sentido común y remar a favor de buscar una solución favorable para todos, y no de crispar una situación históricamente crispada de por sí, y que por mucho que se empeñen las administraciones españolas no va a solucionar Europa. Lo que ya se me escapa es la postura del ministerio de conmigo o contra mi, de o lo tomas o lo dejas, de o firmas la estrategia nacional con la que no estás de acuerdo, por lo que sea, o te quedas sin ayudas por los daños del lobo, que es lo que ha hecho el ministerio con Castilla y León, que le ha bloqueado los 8,8 millones de euros, que en definitiva son para los ganaderos que han sufrido los ataques, por no suscribir un texto que cuenta con el rechazo frontal de las comunidades loberas a las que se les prohibe hacer controles poblacionales en las zonas donde hay más conflictividad y que mantiene que el lobo está en regresión sin contar con ningún tipo de censo nacional, y con las estimaciones aportadas por las propias comunidades autónomas. Castilla y León y Galicia se han quedado solos en este pulso sin sentido, y han decido reclamar el dinero por la vía judicial, agarrados a su postura de no dar ni un paso atrás en su empeño de sacar al lobo del listado de especies protegidas, así poder hacer controles poblacionales que frenen de alguna manera los conflictos con los ganaderos. Asturias y Cantabria han doblegado, el primero por motivos ideológicos más o menos obvios, y el segundo, por un todo lo la pasta o tírame pan y llámame perro. Lo que está claro es que aquí siempre pierden los mismos, los ganaderos siguen esperando una solución a su complicado día a día con el lobo, y la especie, en eterno desequilibrio por las nefastas decisiones políticas que siempre han acompañado su frágil destino.

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