Diario de León

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Esta semana se ha celebrado el Día Internacional de las Personas Mayores, y aunque yo no soy muy dada a esa moda de celebrar las evidencias, reconozco que en cierto modo sirven para dar visibilidad a la labor de determinadas personas que nos hacen la vida mejor. Ese es el caso de las personas mayores, pero en concreto quiero dedicar esta columna a las que viven en los pueblos, las que han aguantado los reveses de la modernidad agazapados en su mundo rural al que desde las administraciones que deberían velar por su futuro y su prosperidad han despojado de servicios y de oportunidades que garanticen ese relevo generacional que ya damos por perdido. Esas personas mayores, las de toda la vida, son los verdaderos ecologistas, los de verdad, los que cuidan el territorio que les da lo esencial para vivir. La España vaciada, por la que hoy parará su actividad todo el que quiera durante cinco minutos a partir de las doce de la mañana en señal de protesta, es mucho más que una palabra acuñada por los políticos en sus campañas electorales para hablar de estrategias que se pierden en el tiempo, es una tragedia nacional que se propaga como la avispa asiática, como los topillos, como el fuego bacteriano, como los incendios, como las avenidas de los ríos o como las población de jabalíes. En un pueblo donde desaparecen las personas crecen los problemas medioambientales y se declara una verdadera emergencia ecológica. Por que son ellos los que toda la vida han velado por mantener los montes limpios para que no se propaguen los incendios, los que han mantenido a los roedores a raya, los que se encargaban de los jabalíes no camparan a sus anchas por los cultivos, los que cuidaban de las especies y convivían con ellas sin necesidad de planes de gestión diseñados para disfrazar a la caza. Cuando se habla del declive de las aves, como los cernícalos o las lechuzas, se habla de abandono rural, de la falta de alimento en los pueblos donde ya no hay vida, donde por no haber, no hay ni polinizadores. No me cansaré de decir que hay que actuar, pero ya, ahora, porque cuando estas personas a las que les dedicamos el día se vayan nadie va volver a ocupar su lugar, son pérdidas irreversibles que todos, sin excepción, lamentaremos.

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