Diario de León

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La asamblea general de la ONU acaba de declarar el acceso a un medio ambiente limpio, saludable y sostenible, un derecho humano y universal, una decisión histórica, ya que implica la obligación de todos los estados miembros y administraciones a poner en marcha una serie de medidas y acuerdos medioambientales con los que garantizar este derecho.

Aunque parezca una obviedad, el cuidado y mantenimiento de nuestro medio natural ya no es solo una mera exigencia de una parte de la sociedad a los que se les ha puesto la etiqueta de ecologistas sino que se ha convertido una obligación, un compromiso y una prioridad para los gobiernos.

Pero lo más importante de esta resolución es que se reconoce la triple crisis climática que estamos atravesando, el cambio climático, la pérdida de diversidad y la contaminación. Y no lo digo yo, lo dice el secretario general de la ONU, António Guterres, que sin embargo no habla claramente de las consecuencias de esa triple crisis, la energética, que amenaza nuestras economías, nuestro bienestar y nuestra paz, y que es responsabilidad directa de los gobiernos que no han sabido afrontar esa transición energética hacia ninguna parte y que nos ha dejado a todos «en bragas» ante el primer gran escollo que nadie se esperaba, la cuasi guerra mundial en la que nos ha metido Rusia.

Y mientras tanto en este país en el que hacemos de todo un drama nos echamos las manos a la cabeza cuando se nos plantean una serie de medidas para contener nuestro consumo energético, como tomarnos una caña en un local a 27 grados, quitarnos la corbata, facilitar el apagón de escaparates y monumentos por la noche o buscar unas medias alternativas de calor en invierno que suponga darle más candela a las calefacciones. No somos conscientes de la que se nos viene encima, y preferimos quedarnos con el discurso fácil y la confrontación, y también me refiero al Gobierno que de nuevo lanza sin consenso medidas de calado que copan titulares desviando la atención y dejando a las comunidades autónomas, una vez más, la difícil tarea de ponerlas en marcha, lo implica «partirse la cara» con todos esos sectores implicados, rabiosos porque no se les ha tendido en cuenta. Ya tenemos culebrón del verano.

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