Diario de León

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Esta semana hemos asistido en Riaño a lo que es un grito desesperado de los ganaderos y vecinos de Riaño contra la expansión del lobo en sus pueblos, un grito que esperan con todas sus fuerzas que llegue a oídos de la ministra Teresa Ribera, que hace ya más de un año incluyó a este animal en el listado de especies protegidas lo que impide su caza, y cualquier tipo de control poblacional. Lo hizo sin dar una alternativa a zonas como Riaño, donde junto a la Sierra de la Culebra, tiene la concentración de lobos más importante de España. Cazar lobos en Riaño no es un deporte ni un jobie, es ahora mismo una cuestión de vida o muerte, muerte para la actividad ganadera que todavía tira de las cuerdas de un valle que empieza a asomarse a la ventana del turismo, un turismo que también necesita al lobo para poner en marcha esa atractiva y para mi cuestionable actividad que supone la observación de especies en libertad. Pero que fue antes el huevo o la gallina, ¿qué hay que hacer?, ¿Proteger a la poca ganadería que queda en zona o abrazar a esa nueva fuente de ingresos que vienen de la mano del turismo y que ha visto en el lobo parte de su potencial?. Lo cierto es que al margen de que a mi juicio cazar por deporte a un lobo esté fuera de todo lugar, no se puede aplicar una prohibición como la que hizo el gobierno sin dar una alternativa a cambio, una alternativa real en forma de estrategia que no consista en la recomendación de adoptar un mastín. Es tanta la presión del lobo en estas zonas que ni la presencia de nuestro perro más emblemático logra vencer su instinto depredador. Igual que Ribera ya se ha paseado un par de veces por el Bierzo, donde departe millones y millones en su empeño por llevar a cabo la transición energética capitaneada desde esa comarca, también sería recomendable que se calzara sus botas de montaña y se viniera para Riaño, para escuchar las voces de todos estos ganaderos cansados de ver como nada frena al lobo, para que les de una respuesta a sus dudas, para que ofrezca una solución a sus problemas, para que aquí también predique su transición justa entre lo que es equilibrio y lo que puede llegar a ser una plaga incontrolable. Que quede claro, ministra, no se puede vivir de espaldas al lobo, en Riaño, desde luego que no.

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