Diario de León

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Estamos viviendo tiempos muy duros, los peores de nuestra historia reciente, pero coincido con todas esas personas que opinan que todo esto que nos está pasando nos hará cambiar como sociedad, nos hará más solidarios, más precavidos, más responsables, cambiará nuestras prioridades y en definitiva seremos mejores personas. Mientras tanto, a pesar de todas esas muestras de solidaridad sin precedentes a las que asistimos cada día en las trincheras de los hospitales, en la calles, con las personas enfermas, con las que viven solas, con las más vulnerables, me entristece ver como hay cosas que no cambian. Estos días hemos leído en este periódico los difíciles tiempos que corren para las protectoras de animales de nuestra provincia, que no pueden seguir desarrollando su encomiable actividad con normalidad para buscar hogares a todos esos perros y gatos a los que el abandono deshumano de algunos desalmados deja a su puerta, o lo que es peor, tirados como despojos en alguna cuneta para que se mueran de inanición o sean devorados por las alimañas. Así ocurrió esta semana en Villamol, donde un ser que no merece si quiera que gastemos tinta en calificarle burlo el estado de alarma y el obligado confinamiento para comenter un delito y abandonar a su suerte a una preciosa camada de careas a los que otra persona que pasaba por allí, un agricultor de esos que ahora llamamos profesionales esenciales pero que yo prefiero llamar en este caso héroe, rescató, llamando a la Guardia Civil y a la protectora de Sahagún para ponerles a salvo. Según cuenta en su cuenta de Facebook el Albergue de Sahagún Aatc, que así se llaman, los perros llegaron flacos, llenos de parásitos y con los ojos empapados de miedo. Sus caras dicen todo el horror que han tenido que vivir en su corta vida, pero como bien dicen sus rescatadores, en el peor de los escenarios ellos mueven la colita para nosotros, y empiezan a confiar de nuevo en la mano del ser humano, en la que les ha devuelto a la vida, no en la que les dejó en la cuneta. A esa mano amiga de la que ayer desconfiaban y con razón, hoy se acercan con curiosidad, más confiados, yo diría incluso que con gratitud. No hay nada más noble que la mirada de un perro. A lo mejor podíamos aprender un poco de ellos en estos tiempos de transición a mejores personas. Nos vendría bien.

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