Diario de León

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Ayer recibimos en la redacción un nuevo video de un osete corriendo en la oscuridad por las calles de Caboalles de Abajo delante de los potentes focos de un coche que le perseguía mientras alguien grababa su huida hacia delante. Es como si mañana por la noche voy por Ordoño y me pongo a grabar a un señor un poco raro que me encuentre, y le persigo con mi móvil porque me llama la atención su presencia. Lo explicó perfectamente el presidente de la Fundación Oso Pardo (FOP), Guillermo Palomero, en una Tribuna publicada este fin de semana en este periódico. El oso es parte del territorio en zonas de la montaña, en este caso leonesa, donde tiene que ser tratado como una especie más a la que los habitantes deben acostumbrarse. Su principal delito, su glotonería, y su afán por acercase a los pueblos en plena noche a mangar ciruelas, manzanas y todo lo que en el medio natural más trabajo le cuesta encontrar. No quiere nada más, ni atacar el ganado, ni molestar a sus vecinos. Cierto es que a veces el tema se le va de las manos y causa algunos destrozos, pero para eso hay unas eficaces líneas de indemnización por daños, con las que la Junta de Castilla y León trata de favorecer la convivencia del plantígrado en las zonas donde habita.

Yo soy periodista, y me encanta ver imágenes de osos, no se ven todos los días, pero me gustaría que esos tristes videos de osos asustados corriendo por una carretera dejaran de ser noticia. Tenemos que aprender que esta especie, que afortunadamente ha salido del declive para quedarse, puede ser un buen aliado en la lucha contra la despoblación, porque el oso cantábrico es ya una marca en sí misma y un recurso turístico que si se aprovecha de forma responsable puede convertirse en un gran aliciente para los pueblos.

No hay que alimentar el morbo y dar pistas a los furtivos. Tampoco vale aprovecharse de su inocencia y poner restos de miel en los contenedores y aguardar móvil en mano a que caiga en la trampa y nos facilite la historia perfecta para nuestras redes sociales. Dejémoslos en paz, miremos para otro lado si tenemos la suerte de encontrarnos con uno. En definitiva, demostremos que los animales no somos nosotros y tiremos de responsabilidad.

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