Diario de León

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Ni en sus peores pesadillas se encontrarían los ambientalistas con el panorama que se nos presenta con el impulso imparable que están tomando las energías renovables en este país.

Siempre se nos han vendido a las energías renovables como la salida natural a los contaminantes que implican las energías fósiles, como esa manera de frenar el cambio climático y de reducir la huella de carbono en nuestro planeta. Lo que nadie nos dijo, es que la explotación de nuestros recursos naturales para abastecer nuestras necesidades energéticas iba a pasarnos por encima como una apisonadora, y que iba a poner en riesgo el otro gran recurso que, por lo menos, tenemos en León y que ya es prácticamente lo que nos queda para sobrevivir, nuestros paisajes y nuestras biodiversidad.

Es intolerable que se estén autorizando día sí y día también cientos de proyectos fotovoltaicos y eólicos que llenarán de hectáreas y hectáreas de indeseados espejos y molinos de metal nuestros ancestrales paisajes de zonas tan emblemáticas como El Bierzo, Maragataería, Omaña o La Cabrera, que a estas alturas de la película deberían ser considerados templos sagrados y guardianes de nuestra biodiversidad.

Es tal el ansia de la empresas eléctricas y de la administración por explotar esta mal considerada gallina de los huevos de oro que están minimizando hasta lo testimonial las exigencias medio ambientales con las que hace años se redactaron los argumentos con los que se logró ganar la batalla, por ejemplo al nudo de Villameca. Un conglomerado eólico que se frenó en seco cuando se demostró que su presencia ponía en peligro una de las zonas más representativas del hábitat del urogallo.

¿Donde ha quedado esa proeza? ¿De qué sirvió aquellas sentencias logradas por los ecologistas? ¿No hemos aprendido nada?

Tendrá que venir Europa una vez más de decirnos que «por ahí no» que la descarbonización no se puede traducir en la irreversible fragmentación de los territorios, sobre todo aquellos que gozan de las figuras de protección de la Red natura 2000, entre otras.

Toca alegar, toca recurrir, toca perder el tempo y el dinero para que ganen los de siempre, las eléctricas.

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