Diario de León

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Cada vez tengo más claro que las administraciones dan palos de ciego una y otra vez con las políticas de conservación del urogallo cantábrico. En nuestra memoria pesan los siete millones de euros que se invirtieron entre los años 2000 y 2006 en un Life que tenía como objetivo revertir el descenso poblacional de la especie, en serio peligro de extinción, y que consistió básicamente en la mejora de la calidad del hábitat del urogallo cantábrico, es decir, crear estructuras forestales más densas y una mejor disponibilidad de arándanos. Pues no solo de arándanos sobrevive el urogallo, ya que después de esa pila de millones invertidos, los resultados del Life fueron desastrosos, ya que no solo no se frenó su despoblación sino que se constató su definitiva desaparición en lugares tan emblemáticos para la especie como Picos de Europa.

Cinco años después, lo que si se tiene es mucha más información sobre la especie por los ejemplares que en el marco de ese Life fueron radiomarcados. Algo es algo. Parte de esa información se refiere a concretar más las amenazas que ponen en peligro a las poblaciones de urogallo, y en eso es en lo que ahora se centra el Grupo de trabajo creado entre la Junta de Castilla y León, el Principado de Asturias y el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, cuyo último informe nos ha dejado a todos con los pelos de punto. Bueno, a todos no porque no se ha hecho público, a mí sí, desde luego.

Martas, zorros y gatos silvestres son sacrificados desde hace tres años en las zonas de Alto Sil y Omaña donde quedan pequeños reductos de urogallos. Otras especies como gatos monteses, tejones, nutrias, ginetas, lobos e incluso perros son «invitados a marcharse», es decir, desplazados lejos de sus hábitats para que no molesten a las urogallinas en sus puestas, y no hagan lo que han hecho todo su vida, depredar.

No se si con esto el urogallo sobrevivirá o no, pero el precio medioambiental que supone la muerte y extracción forzosa de decenas de especies depredadoras para mí no lo justifica. Llevan tres años con estas prácticas, ¿van a estar toda la vida garrote en mano contra toda especie que se acerque a un urogallo? Habrá que valorar qué vidas valen más y también sopesar si la cría en cautividad es la única salida ya para este especie abocada por méritos propios a desaparecer.

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