Diario de León

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«Nada de esto sería necesario si se pusiera más en valor el monte». Es una de las conclusiones que más se me han quedado en la cabeza después de la organización esta semana del simulacro de un incendio forestal en Santa Colomba de Somoza, y en el que han participado 430 profesionales procedentes de cinco países europeos. Para la jefa de Incendios del Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico (Miteco), Ángela Iglesias, «donde hay vida no hay incendios», o por lo menos no esos que están días y días ardiendo y que dejan tras de sí miles de hectáreas quemadas como sucedió en esta provincia en 2012, cuando se desvanecieron ante nuestros ojos 12.000 hectáreas, la mayoría de masa forestal.

No puedo estar más de acuerdo con esta afirmación, con esa y con la de que «tenemos que aprender a pedir ayuda», una frase que bien se puede aplicar a todos los aspectos de la vida, pero que en el contexto de los incendios forestales puede ayudar mucho a minimizar el impacto de esas grandes tragedias forestales que quedan durante décadas en la memoria colectiva de las gentes de los pueblos, y que también dejan una huella ambiental que puede tardar años en borrarse. Y es que ninguna comunidad autónoma, ningún país, está debidamente preparado ni técnicamente ni mentalmente para asumir un incendio como el que el año pasado arrasó 20.000 hectáreas en Navalacruz, Ávila, y eso que, si algo ha quedado demostrado en estas jornadas, es que España está considerada en Europa como una especie de potencia mundial en la extinción de grandes fuegos, y es que claro, experiencia por desgracia, no nos falta.

Con el Modex León 2022, que así se llamaba este ejercicio organizado por el Miteco y la Junta de Castilla y León, y financiado por la UE, España, Portugal, Grecia, Francia e Italia han desplegado en Santa Colomba no solo su gran potencial técnico para la lucha contra el fuego, sino también humano, que era de lo que se trataba. Crear vínculos, casi hasta personales, entre los países que más sufren la lacra del fuego en Europa puede ser la solución para no jugarnos todo a una sola carta cuando volvamos a ser víctimas de un gran incendio forestal que, aunque cada vez son menos, sí son cada vez más virulentos y peligrosos. Ya sabemos que en estos casos siempre podremos llamar a un amigo, a un país amigo.

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