Diario de León

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La ruta del Celorio de Paradilla de Gordón tiene un nuevo protagonista. A parte de ser obra de Amancio González, uno de los artistas leoneses con mayor proyección, y que también firma la impresionante mano de mármol que sale del suelo en uno de los puntos de esta senda, el recién instalado trasgu tiene un significado especial. Desde una peña que marca la continuación de la segunda fase de la ruta este duende de la mitología del noroeste peninsular tiene la misión de velar por la naturaleza, pero no sólo de lo que se ve a primera vista, sino de la vida que se esconde detrás de cada uno de los elementos que componen el paisaje, cada haya, cada tejo, cada acebo, nada se escapa a su control, tal y como explica en la placa informativa instalada a sus pies el escritor Juan Carlos Pajares.

Pero el trasgu no es un ser del que te puedas fiar, su fama de travieso le precede, le encanta hacer de las suyas, gastar bromas pesadas y molestar. Por eso todo aquel que no respete el medio ambiente, que no lo cuide y lo proteja como él lo hace, podría recibir la visita de este duende en su casa donde dará rienda suelta a sus bromas pesadas. No se me ocurre una manera más acertada de inculcar a los más pequeños el respeto al medio ambiente y la responsabilidad de cuidarlo que tenemos todos. Vamos, que la ruta del Celorio, un paseo único por su belleza, en el que además se va descubriendo una preciosa historia de amistad y lealtad en cada uno de los paneles que lo componen, debería ser visita obligada para todos los niños y niñas del planeta, aunque seguro que a más de una pequeña mente retorcida no le importaría recibir la visita de un duende en su casa. Pero somos los adultos los que debemos predicar con el ejemplo.

Somos nosotros los que debemos respetar el medio ambiente, no con grandes proezas que se escapan a nuestro alcance, ojalá pudiéramos dar un golpe en la mesa como deberían hacer los grandes mandatarios y acabar con el calentamiento global. Nuestros pequeños gestos y nuestros hábitos de consumo suman. Y son esos gestos, el de reciclar, el de dejar de consumir ciertos productos y apostar por otros, el de caminar en vez de coger el coche, los que nuestros hijos terminarán por imitar, aunque eso signifique no recibir la gamberra visita del trasgu en casa.

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