Diario de León

Creado:

Actualizado:

No sé de quién dijo que era la máxima. Mueve la batuta, y siempre pasará algo. Y no sólo sonó impecable la música. Surgió la magia de quienes la aman más allá de su protocolaria y a menudo rígida representación. Flotó el travieso duende que contagia el hechizo que (si se enseña) traslada a lugares que sólo pueden palparse desde la imaginación. Si esa lluvia sabia te cala de niño, su caudal no se secará nunca. ¿Hay mejor misión para alguien entregado a causa tan noble como la música?

Seguro que no para Dorel Murgu y sus cómplices músicos de la Orquesta Sinfónica Ciudad de León ‘Odón Alonso’, al menos en su aparentemente desenfadada entrega del aniversario del concierto de Navidad. Un equipo extraordinario con un director empeñado en la tarea de tocar la cuerda maestra de los pequeños, y de quienes son aún niños de corazón. Un concierto pergeñado con un espíritu grande y una orquesta juguetona dispuestos a abrir el Auditorio al disfrute distendido.

Si se expresa en leonés, un esfuerzo que hace que te preste tanto que quede anclado para siempre en tu alma. Un concierto de Navidad volcado en abrir los compases al goce, incluso a cierto grado de despiporre. A desacralizar con pequeños grandes guiños lo que a final, desde el humor tan necesario en estos tiempos, hace que el arte y su expresión tengan sentido.

El concierto de Navidad dirigido por Murgu el pasado fin de semana no sólo fue la esperada delicia musical, sino un entrañable ejercicio sentimental. Con un germen de valor incalculable. Su capacidad de enredar a los niños en los argumentos de valses y polkas es sin duda la evidencia de que un pequeño gesto en cualquier lugar genera cambios trascendentales en el entorno, hasta extremos insospechados. Los guiños aparentemente más inocentes tienen un imparable efecto dominó. Anidan en las entrañas de los pequeños que corretearon sin complejos por el Auditorio en busca de instrumentos, sonidos, juegos, experiencias.

Dadle su batuta y tal vez moverá el mundo. O no. Desde luego, remueve corazones y crea vocaciones y aficiones. Nada más grande se puede pedir.

Sólo el deseo de una muy feliz Navidad. Ahora que ‘feliz’ se convierte para muchos en una palabra tabú. No. Renunciar no es la solución. Todos los días nacen aleteos capaces de remover lo que nos amordaza. Busquemos cómo dejarles expandirse.

tracking