Diario de León

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El Ayuntamiento de León aprueba sus cuentas de gastos e ingresos en plena euforia del Black Friday, y con las mismas ataduras dialécticas: hay que gastar, porque si el dinero no circula el negocio económico en pleno se va al garete; pero con control, porque si no las cuentas se desmadran, los créditos nos comen por las patas y si viene el juez a poner orden en la contabilidad quizá se acaben las penas, pero desde luego olvídate de las alegrías.

En la cosa política atenazan los bancos y el Tribunal de Cuentas, pero sobre todo los compañeros de cama que hacen valer su espléndida minoría necesaria para rascar presupuesto para sus ocurrencias al precio que sea.

Oye, a tanto vale el voto. En todo caso, curiosa coincidencia de fechas señaladas a la que se suma el adelanto del navideño encendido de luces. No somos Vigo ni Nueva York, pero podemos deslumbrarnos a gusto para espantar fantasmas y distraer apreturas fascinados durante unas semanas por una luminaria que muchos comerciantes del centro, que pagan lo suyo por la fantasía de luz (los otros se apañan con menos), denuncian que se contrata a destiempo y cuando sólo quedan los aritos que lo mismo valen para el patrón que para los Reyes Magos.

No digo yo que no sea antagónico buscar a la vez recursos para las víctimas de la pobreza energética y para el despiporre eléctrico navideño, pero ya puestos quizá sería bueno un esfuerzo de imaginación para convertir la calle Ancha, incluso Ordoño con su proyecto de peatonalización, en una gran pasarela cubierta por una cúpula de luces con su temática, como hacen en otras ciudades.

Claro, también tendría que acompañar un comercio vital y comprometido, que acompañara la radiante iluminación con una oferta a tono. Y cuentan que en no pocos casos no está el horno para bollos. O sí. Cómo si no explicar que un año más la ciudadanía olvide por unas semanas el temor a la debacle económica y se lance al gasto del regalo y la rebaja, del descuento y el despendole.

Cómo justificar que determinados alimentos estén ya al doble de precio que hace un mes, mientras la pescadera te advierte que «ya están empezando a subir»; y que nos empeñemos en pagar hasta el absurdo por comer hoy lo que hace no tanto y no tardará andaba en cifras más razonables. Quia, no hay caso. Llega la época de la sinrazón. Hay que alimentar la cuesta de enero. Hasta atragantarla.

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