Diario de León

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Si se pergeñara ahora un centro (hub, cluster, aei,..) que diera sostén al potente polo biotecnológico de León, la idea sería abrazada con profusión de adhesiones, fotos, debates, parabienes, financiación,... Un festival de exaltación de la amistad y la confianza en nosotros mismos con grandes fuegos de artificio. Apagados los focos del estreno, ya si eso...

Hace unas semanas el Instituto Biotecnológico de León, Inbiotec, presentó concurso voluntario de acreedores, hundida su brillante trayectoria en la ciénaga de los plazos de pago y los miramientos de los interventores, en una esquelética financiación a la I+D tan cacareada como inexistente, en el ostracismo de una excelencia investigadora cuyo reconocimiento internacional avanza de espaldas a la sociedad en la que habita.

Ayer la desesperación de los científicos que faenan a pico y pala en el instituto lanzó un SOS que la sociedad local no puede ignorar. Para no dejar hueco a que miren para otro lado las instituciones a las que el futuro en el alambre de Inbiotec debería avergonzar. Los investigadores hacen un llamamiento agónico con un extracto mucho más que somero de sus logros, desde el convencimiento de que no puede defenderles quien no sabe quiénes son. Y tienen mucha razón.

Su labor (entidad sin ánimo de lucro) no sólo ha puesto en el mercado soluciones punteras sobre antibióticos resistentes, fármacos económicos, pesticidas o materiales reciclables. Es imposible resumir las investigaciones publicadas, y las puestas en práctica en las empresas, porque uno de sus objetivos ha sido la tan demandada transferencia a la economía de soluciones avanzadas. Inbiotec ha sido el laboratorio en el que han germinado varias generaciones de investigadores punteros que no sólo son el sustento de la potente industria biotecnológica local (la tercera más importante el país, no nos cansamos de repetir, ahora sólo falta creérselo); sino que desde la tutela de sus tesis en este instituto se han lanzado a la investigación internacional más puntera.

Ahora, 30 años de excelencia, esfuerzo y muchos resultados después, la desidia de las administraciones que les pagan por su trabajo (nada aquí es gratis) amenaza con hacer naufragar un proyecto del que los leoneses deberían sentirse más que orgullosos. Que es necesario que se esfuercen en conocer para ponerlo en valor. ¿Tanto soñar con lo que no tenemos, y vamos a dejar morir a una brillante realidad que debería ser nuestro orgullo? ¡Qué va!!!

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