Diario de León

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El pulso de los al parecer divididos transportistas ha torcido conjuntamente (con rédito a mayores también para los no convocantes ni secundantes del paro) el brazo de la ayuda pública para un sector con dificultades como todos, que tiene la capacidad de extender el conflicto y la oportunidad de multiplicar el efecto desabastecimiento que desata la histeria en el consumidor. Bien, el transporte ha conseguido beneficios que supondrán un coste millonario a las arcas públicas; y provocado daños en otras empresas que reclamarán también ayudas de las administraciones, o volcarán en ertes y paro las consecuencias del quebranto de su actividad. Una u otra fórmula que acabará pagando también el erario común.

Si la recuperación económica de la pandemia se hace con planes de inversión y fondos Next Generation, que también salen de las cuentas públicas, los efectos de la crisis energética y la guerra desatada por Rusia tendrán que sanarse igualmente con planes de inversión argumentados sobre cambios de modelos de producción y medioambientales, pero financiados de nuevo desde la parte pública.

¿Alguien se pregunta de dónde se resta lo que a todas estas cuestiones se aporta millonariamente, cuando se conoce que el equilibrio entre ingresos y gastos públicos está ya marcado por un déficit inasumible? ¿Cómo se sostiene una pirámide de gasto común en espiral de ascenso sin fin, sostenida y soportada por una base de cotizantes en el aire de la precariedad económica y de crecimiento, y familias acosadas en su capacidad de supervivencia y gasto por todos los costados?

Las arcas públicas se llenan, al fin, con los lomos de todos los cotizantes y de quienes pagan sus impuestos, lo que falta explicar es de dónde se resta esta dadivosidad. Que puede estar justificada en la paz social y las necesidades urgentes, pero nunca basada en el permanente cortoplacismo. Todo lo contrario.

Con una actividad económica cuyo esperado y nunca alcanzado crecimiento va de tropiezo en tropiezo, ni la rentabilidad política ni tapar los agujeros de hoy excavando fosas para mañana pueden ser el argumento de una cadena sin fin de medidas económicas siempre urgentes. Se corre el peligro de entrar en una espiral tipo tarjeta revolving que acabe asfixiándonos. Ojo.

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