Diario de León

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Quién es el bueno en política? Decía Chesterton que ‘buen’ tiene muchos significados. «Si un hombre dispara a su abuela a 500 yardas yo lo llamaría un buen disparo, no necesariamente un buen hombre». ¿Cómo definiría el novelista la sucesión de tiros en el PP? Primero se dispara en el pie con las elecciones en Castilla y León (qué breve ha sido el brillo mediático de la Comunidad a nivel nacional, abandonada ahora al abrazo del oso de Vox, que asfixia sobre todo a Casado); y luego se pega un tiro en la sien con el aquelarre pergeñado por los asesores incontinentes e irresponsables, a los que quienes tienen la responsabilidad del partido no han sido capaces de adiestrar en el arte del interés común, transmutado así en un evidente desprecio hacia lo que al común afecta.

Patético espectáculo sin precedentes incluso en el ruedo ibérico acostumbrado al descuartizamiento como deporte. Incomprensible e injustificable el duelo al sol, que transita ente cloacas y focos mediáticos, de la cúpula de uno de los dos grandes partidos en los que bascula el grueso de la gestión política del país, incapaz de entender que el escenario en el que la ciudadanía sufre, pelea, sobrevive o naufraga no es el patio de su casa, tan particular, sino el vecindario de todos, y eso merece un respeto que, visto lo visto, son absolutamente incapaces de articular. Lamentable.

No es esto lo que le hace falta al país, ni al PP, con Vox frotándose las manos: no tiene nada que hacer, se lo dan frito y migao . No es lo que toca cuando España acaba de entrar en la categoría de «democracia defectuosa», con un índice democrático penalizado por tres años de necio bloqueo al CGPJ. Y tantas cosas que habría que sumar. La política del no es no, sea lo que sea lo que hay enfrente; la cerrazón frente a todo y frente a todos, el empecinamiento en estas o aquellas trincheras de unos y otros caiga quien caiga, se han convertido en un lastre con el que el país ya no puede más. La necedad y el empecinamiento anclan la inaplazable necesidad de avance, crecimiento y sobre todo oxígeno institucional en un lastre varado hace tanto tiempo que amenaza con ahogar el bienestar común. Intolerable.

A Pedro Sánchez, una vez más y contra todo pronóstico, le sonríe la fortuna. Pero por las brechas abiertas se filtran otros flujos no deseables. Ojo, el descrédito no es rentable para nadie.

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