Diario de León

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Si al final de todo este desastre resulta en lo económico que España se vuelca en reforzar un modelo abrumadoramente sustentado en el ocio y el turismo, que está muy bien pero ha demostrado una vulnerabilidad que no será flor de un día en lo que a futuro con mascarilla nos espera, poco hemos aprendido de esta interminable pandemia. Precisamente porque hay que asumirla como la nueva realidad sería bueno a estas alturas compaginar el sostener negocios con el diseño de un renovado modelo económico (e industrial, desde hace un año sabemos de su importancia) que siente las bases de un futuro que pueda resistir mejor. Un ecosistema productivo más resiliente, para no perder la ola de la terminología postpandémica (aunque el concepto llevaba tiempo en los foros del coaching).

El Gobierno ha publicado el reparto de la línea covid de ayudas directas a los autónomos y las empresas, medidas extraordinarias que esta vez sí prometen llegar directamente a las víctimas económicas del virus. Un apoyo a «la solvencia empresarial». Que llega tarde para miles de proyectos personales que no han podido resistir este primer envite. Si la justificación es que (como en EE UU) el diseño de las ayudas quiere contribuir a limpiar el tejido productivo menos eficiente, a fe que lo han conseguido. Qué se salvará de la presunta eficiencia del resto, ahora que en algún momento tendrán que pintar bastos en la devolución de las ayudas iniciales, lo veremos.

Estas ayudas dejan una vez más a Castilla y León, y sus pequeños negocios, en el banquillo de los rezagados. Sus autónomos son los que menos ayudas directas recibirán, sólo por detrás de Galicia. Y la ayuda per cápita es la cuarta más baja de la nación. Porque los criterios utilizados penalizan una vez más a un territorio envejecido y con un nivel de población activa a la cola de esta cada vez menos cohesionada piel de toro. Se bonifica la renta en función de su ‘prosperidad relativa’, y eso no nos beneficia. Se bonifica el incremento del paro y la reducción de afiliados, en una tierra con inactivos al alza. O el desempleo juvenil, en un escenario de envejecimiento sin freno.

Se dejan atrás, en aras del cortoplacismo, la convergencia y la cohesión territorial. Principios supuestamente de la base del Estado, que esta España a muchas velocidades olvida. Relegar a estos enormes territorios y sus expectativas no dejará nunca de ser un lastre para el conjunto del país. Ojo.

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