Diario de León

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El 8 de marzo ha sido poliédricamente manipulado desde tiempos inmemoriales, pero nunca más que ahora. El día de la mujer trabajadora, después el día de la mujer sin más, siempre desde el menos de tener que ser defendido como un logro a conquistar. Desde el año pasado el día del contagio, ahora en el ojo del huracán del día que no debe dejarse ser. El Día D del desembarco de todos los mangoneos, hipocresías, intereses que se ponen morada bandera, más por el hematoma del daño que causan que por el color que fingen defender. El día en el que, como desde siempre, tantos de ellas y ellos buscan rentabilidad mediática. En su mayoría, desde el discurso facilón y sobado. Incluso en estos tiempos de convulsión que deberían invitar a la evolución, aunque sólo nos anclan en la torpeza.

El multifacético 8 de marzo se pergeña un año más sin zambullirse en el fondo de un asunto que se ha agravado de nuevo hasta límites inasumibles durante esta crisis que oficialmente es de vaivén, en la que caes en picado, para rebotar en picado... pero con menos pasajeros en el ascenso. El covid agrava la brecha social de riqueza, pero también el lastre personal y económico de género. Se deja a las mujeres en general, a su progreso profesional en particular y a sus salarios y representatividad en los foros empresariales y administrativos que importan de manera más evidente como pelos en la gatera de una crisis que «no es económica», pero que se ceba con las víctimas de siempre.

Enroscadas en esta realidad palmaria las y los conscientes se ven silenciados y arrinconadas una vez más por el parloteo de los viejos y nuevas ricas en argumentos al peso. Desaprensivos de todo pelo con manuales manoseados que, como antaño, pisotean la cruda realidad para medrar en homilías de todo a cien que apestan, sean del extremo que sean.

Lo dramático es que su pobreza argumental y su despreocupado egoísmo sin complejos impregnan todo rincón, de forma que parece que no cabe reivindicación que no pueda ser manoseada a su favor, sea del extremismo que sea.

A los hombres y mujeres convencidos de la igualdad y soldados sin bandera (ni renta) de esta lucha, sólo les queda frente a este panorama infectado obviar la fecha intoxicada y seguir peleando día a día. Quitarnos de encima con codos y razones aquello para lo que queda tanto, tantísimo. Librarnos de ellos y de ellas. El género a sacudirse es masculino y femenino por igual. Desde luego, nada neutro.

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