Diario de León

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La maquinaria económica pública comenzará a engrasarse por fin con la normalidad de los presupuestos de inversión anuales, imprescindibles más que nunca con los efectos del traspié de la pandemia creciendo como una incontrolable bola de nieve. Vendrán a sumar dinamismo los millonarios fondos europeos de recuperación, cuyo contante y sonante pretende adelantarse para sostener un tejido productivo que hace aguas de forma incontenible por algunos de sus sectores básicos. Toda inyección es poca cuando, frente a las previsiones gubernamentales, los principales think tank económicos advierten de que esta segunda ola se contabilizará de nuevo en negativo en el crecimiento económico, y el rebote para el próximo año será más leve del avanzado en verano.

Grandes cifras macroeconómicas y planes de rescate que de nuevo están lejos de las finanzas domésticas y de las micropymes. Si tras la Gran Recesión la recuperación no llegó a consolidarse en la economía a pie de calle, este tsunami sanitario deja de nuevo en la cuneta a esa gran base productiva de pequeños negocios que son la inmensa mayoría de las empresas y crean una gran parte del empleo.

Llega la hora de devolver los créditos facilitados para salvar el confinamiento pero el consumo no regresa, y la liquidez a las contabilidades tampoco. Las nuevas restricciones hacen que las familias o tengan dificultades económicas o cierren filas en torno al ahorro (los depósitos están en niveles históricos). Las cacareadas ayudas, a las personas que eran o se han vuelto vulnerables, a los sectores quebrados, a empresas en bancarrota, no están llegando realmente. Lo hacen con cuentagotas, con tantas condiciones que excluyen más que acogen. La economía a pie de calle deambula por un naufragio que seguro que se recompondrá, pero de momento sigue sumido en la incertidumbre y vapuleado por la volatilidad de unos parámetros sanitarios impredecibles.

Muchos negocios dejaron de respirar en marzo, y a estas alturas son ya empresas zombis. Caminan porque no tienen dinero para morir, porque cerrar es carísimo, así que se despeñan acumulando deudas que quizá ya no podrán saldar nunca. ¿Y su empleo? No es menos zombi. No hay más Erte porque los emprendedores no pueden ya con más cadenas. El FMI lo ha dicho claro: el nivel de empleo prepandemia no se recuperará hasta 2026. Y tampoco es que hace un año vivíeramos en el paraíso laboral.

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