Diario de León

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Si no se recuerda verano extraño como el que atravesamos, qué decir de un 15 de agosto sin más fiesta que el cierre de los negocios, amortiguado además en un sábado de canícula sin puente ni nada. La Virgen, esa con mayúsculas que engloba a todas las que hacen de la mitad del verano día grande de celebración, se queda este año sin jolgorio. Y el país eleva su plegaria por una vez común: líbranos del bicho, del que nos asola y de todos los primos que amagan con descargar su peste sobre este mundo que pasó de confiado a confinado y sigue hoy sin entender muy bien lo ocurrido.

Fiesta sin fiestas y ciudadanía perpleja por la impotencia del mundo de la inteligencia artificial y los cálculos cuánticos ante un virus incontrolable que nos tiene, literalmente, amordazados. Y que amenaza con volver a encerrarnos bajo llave, porque abrir la mano del estado de alarma es imprescindible para la economía, pero letal para la salud.

Mientras, aunque sea sin fuegos artificiales ni procesiones, millones de españoles nos hemos echado al monte (o a la playa), con un ansia de fingida libertad que parece que va a costarnos muy cara. Otros precintan el cascarón de su casa y no quieren ni oler al vecino de enfrente, temerosos de lo invisible que tan palpables efectos produce.

Entre los excesos de uno y otro extremo, como siempre, la racionalidad. Si es que existe en esta pandemia alocada. Y la evidencia de que no lo estamos haciendo lo suficientemente bien. Quien no haya besado en las últimas semanas intentando hacer un quiebro al riesgo que tire la primera piedra. Quien no haya separado la mascarilla para tomar una bocanada de aire ahí donde más agobia la mordaza. Quien no haya tocado para después pensar que quizá allí está el invisible enemigo. Es una lotería, pero como en todos los sorteos hay quien acapara papeletas, eso es indudable.

Lo que nos vamos a repartir juguemos o no con la suerte es un tiempo terrible que lleva meses calentando motores y arrancará con genio al final del verano. La Economía, pero sobre todo muchas economías, están gravemente tocadas. Vamos a sufrir. Todos. Nos quema ya en los casos que tenemos cerca. Lo vemos en las calles de este León de negocios que siguen cerrados y pregonan que queda mucho que tragar. Responsabilidad, fortaleza y solidaridad. No hay otra receta.

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