Diario de León

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El caminar del León que se reivindica dolorosamente tiene andares firmes en el propósito generalizado, aunque flaquea en el paso marcial que debe imprimir toda marcha decidida. Quizá se apoya en las muletas equivocadas, o más bien deja que le presten sus hombros como sostén aquellos que acuden a figurar como rescatadores cuando el guarrazo está en ciernes (quieran los hados que no aún sin remedio), pero miran para otro lado cuando ven la amenazante monda de plátano en el camino. Nunca víctimas y verdugos pudieron caminar en el mismo bando. Así que no tengo tan claro que hacer de la unidad absoluta que procesiona tras la bandera local una virtud de las reivindicaciones sea un logro. Más bien, sinceramente, se torna la mejor manera de desactivar cualquier movilización. Cuando nadie sabe quiénes son de los nuestros.

Los andares de León por el camino que va una y otra vez de los llamamientos y movilizaciones masivas para clamar por una tierra a la que desangran (no que se desangra) a la nada, para volver a empezar, se parecen peligrosamente a los de una tierra y unas gentes patizambas. Parten desde la distancia en la cadera en la que cada uno ocupa su sitio y sienta sus reales privilegios históricos, para juntarse en las rodillas de la periódica reivindicación multitudinaria (que lo sigue siendo, aunque el hartazgo se muestre ya hasta en la pancarta) y pinar juntos el pendón del Reino que fue con un programa de reivindicaciones tan amplio que se dispersa a la hora de centrar el tiro.

Una vez superado el periódico roce, que no hace ampollas porque aquí la pana y el recio fieltro del traje regional protege la delicada piel de cada sensibilidad, desde las rodillas comienza a abrirse un compás ridículo y torpe que acaba en tobillos tanto o más alejados de lo que estaban las caderas. De nuevo, cada cual a lo suyo.

No cabrá esta vez sentarse a pensar (sobre todo sentarse) ni pegar codazos en las mesas de fotos para luego olvidarlas vacías. Y no debe caber nunca más la foto conjunta del quejío . Lo de ayer, anuncian, no es un petardazo más para jalonar la historia triste de las masivas protestas leonesas. Dicen que es el anuncio de una mascletá que pretende ser contundente. No queda otra. Y no todos estamos en el mismo bando, alguna vez habrá que entenderlo. Si el grito se queda en casa, nadie lo oirá. Está claro quiénes tienen que trasladarlo más allá. ¿Seremos algunas vez capaces en este León de caminar con las piernas alienadas de principio a fin?

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