Diario de León

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Señor, devuélvenos el teléfono de ruedita, las felicitaciones de Navidad y, si fuera posible en tu infinita generosidad, el ceño fruncido de una madre, la mirada cómplice de una hermana o el gesto torvo de un profe o un jefe. Aquello que podamos entender e interpretar. En el peor de los casos, aquello que nuestra presbicia nos permita atisbar con acierto.

Y es que somos legión los que vivimos sin vivir en nosotros en este sistema de comunicación de frases breves, entrecortadas y entremezcladas en la que no sabes si contestas a lo que te han comentado o estás zambulléndote en un jardín; o si el contrario entiende tu apuesta por la educada brevedad como un corte de mangas. Nos hablamos por Whatsapp con todas sus ventajas y sus no pocos inconvenientes. Los más veteranos optamos por marcar el número y apostar por el vis a vis verbal cuando cualquier cuestión sin importancia amenaza con enquistar una amistad de toda la vida en un malentendido provocado por una redacción torpe o unas prisas traducidas en resumen o tardanza de unos minutos en la respuesta, que se interpretan desde la parte contratante como un portazo en los morros.

Por si fuera poco el estrés de los envíos de palabras breves y mensajes confusos, recurrimos al esguince interpretativo de los emoticonos. Así que, salvo los superbásicos y siempre con ciertas reservas, no sabes si le estás enviando un beso a alguien o te estás comiendo a besos tú, que te vas a morir de guapa. Lo mismo piensas que envías esas caritas con sus manitas pa’cá y pa’llá en señal de que te vaya bien y le estás diciendo que Zamora es buena tierra, aunque el receptor acabe interpretando que te importa un bledo cómo le vaya el finde. Si a eso se le une que los teléfonos de hoy son inteligentes, pero escriben pequeñín, así que no ves muy bien los detalles de las caritas o los animalicos, lo mismo le envías una tarta con sus campanitas festivas que una mierda con ojitos. O pones un barco para decir que estás de camino y al otro lado entienden que les mandas al Caribe, como muy cerca.

Eso los que entiendes. Porque yo la mayoría no sé qué quieren decir. De hecho, no los veo bien ni con las gafas. Es estas andamos y ahora anuncian que nos desembarcan en el teléfono otros más de cien, con sus diversidades étnicas y de género (por Dios, si hasta hay una novia con velo blanco... ¡y bigotes!). Tendré que tener más cuidado con los emoticonos que inserto que con la declaración de Hacienda. Me juego más. ¡Glup!

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