Diario de León

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Al ministro que nunca soñó con serlo le va a salir caro no haber medido con tiento el poder expansivo de las flatulencias ganaderas. O hacerse eco de las urgencias del planeta (bien plasmadas en los documentos de la ONU y la UE, además de en la boyante agenda verde del Gobierno al que de momento pertenece) cuando ronronean por palacio embajadas de cambios de cartera para amansar a las fieras. Las de dentro, más que las de fuera. Garzón pregonó en mal momento lo que se sanciona desde hace años en los foros públicos, y regaló su cabeza al patíbulo del entretenimiento público que distrae de cuitas más peliagudas. Reducir el consumo de carne es fundamental para la salud y para el planeta, dijo. Verdad que hasta reconoció con la boca pequeña de médico el arrasador Igea, después de merendarse políticamente al ministro, sin chimichurri ni na. Realidad en la que se investiga desde hace muchos años, brillantemente desde la ULE, por ejemplo.

Urgencia que desde los organismos internacionales se recomienda e impone cada vez con más premura. Controlar el consumo de carne es fundamental para frenar el calentamiento del planeta, como lo es una agricultura sostenible. Es así porque la tierra ha de seguir siendo productiva para alimentar a una población mundial en aumento. Y el calentamiento provoca olas de lluvias y sequías que acaban con las cosechas, lo que supone un riesgo para la seguridad alimentaria. ¿Es tan difícil de entender?

El sector ganadero tiene por delante su proceso de ‘descarbonización’, y en León conocemos bien sus consecuencias. Podemos hacer como con las minas, mirar para otro lado y esperar azorrados a que la realidad nos quite de en medio. O empezar a poner remedio a algo ya imparable. Lo cierto es que consumimos mucho, de todo y sin control. Si seguir haciéndolo es una decisión personal tomada desde el conocimiento, nada que objetar. Caminemos con fiesta y barbacoa hacia el precipicio sin atender al fondo del asunto, abandonados al confortable masaje de la demagogia alimentada en la falta de capacidad (y voluntad) crítica de la sociedad. Sacrifiquemos al amanecer a los dioses que salivan sangre al ministro torpe, en ofrenda a la marabunta, para silenciar una vez más el fondo de un asunto que no renta en el cortoplacismo de las elecciones a la vuelta de la esquina. Pero que no admite demora. Es nuestra decisión. Personal y colectiva. Adelante. Luego, ni un lamento

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