Diario de León

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El Gobierno y las todopoderosas eléctricas aprovechan una vez más las tensiones del mercado para darse patadas entre ellos en el culo del consumidor. Indefenso, con el trasero en pompa para recibir puntapié no sólo sin capacidad de reacción o protesta, sino sin posibilidad de entender por dónde viene el rejón. Hay pocas cosas menos claras que el precio de la luz o los combustibles. Y menos transparentes que el recibo de las eléctricas. Algunas más, lamentablemente, tan inaccesibles como las compañías de la cosa energética, que como las de las telecomunicaciones tienen bien blindado un cristal contra el que la mosca-consumidor choca hasta caer agotada. Esquilmada sin explicaciones.

La electricidad una vez más (y los combustibles, como en los buenos tiempos, ahora que desempolvamos los desplazamientos en tropel) quebranta la maltrecha faltriquera de los ciudadanos postpandémicos. La ministra de la Transición Justa ha encargado a la otrora temida Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia que ajuste la lupa sobre las prácticas de las compañías eléctricas para fijar precios. Potentes empresas que, por su parte, le recuerdan al Gobierno que casi el 60% de la factura de la luz son impuestos. La siempre polémica ‘parte regulada’ del recibo energético.

Sobre la que el Gobierno anuncia a bombo y platillo que va a actuar para aliviar los calores económicos de la ciudadanía. Eso sí, «con carácter excepcional y provisional». Lo que no está aún claro es a qué impuesto se va a meter mano. Tal vez al eléctrico, menos del 10% del coste, que en su día se implantó para «compensar las ayudas a la minería del carbón» y ahí sigue (el impuesto, digo, lo otro ya bien sabemos). Ahora bajo el argumento de gravar el suministro de energía.

El grueso es el IVA, un 21% que sonroja porque implica que la electricidad no se considera un bien básico. En fin. Dice Hacienda que no puede bajarlo al reducido del 10% o superrreducido del 4% porque Europa le tira de las orejas. Bueno, ahí está el misterioso caso del impuesto sobre las mascarillas, y la cosa se resolvió en una polémica de pandemia.

El mercado eléctrico español tiene muchas cuentas que resolver (ahí está el sempiterno déficit de tarifa). Y mucho que aclarar a los consumidores. No sólo en sus nocturnas lavadoras. Es un entorno regulado e intervenido, tanto como turbio. Necesita que se haga la luz. No será fácil, pero torres más altas han caído.

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