Diario de León

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No podemos dejar el colegio ahora, con lo mal que vamos en multiplicaciones!!!» La pequeña Julia se llevó las manos a la cabeza cuando cerraron su cole hace unos días en Madrid. En las últimas dos jornadas, contra todo pronóstico, los estudiantes locales de distintas estaturas que conozco han entrado en pánico por la consecuencias que tendrá suspender sus clases unas semanas. Esperaba una una explosión de felicidad y me he estampado contra la evidencia de que las rutinas y las obligaciones son la mejor medicina incluso para los más rezongones, y que romperlas (sobre todo si en lugar de suspensión se anuncia aplazamiento, con adentramiento peligroso en territorio veraniego) no es buen plan para nadie.

No es buen plan estrellarse con una realidad difícil que obliga a cerrar puertas, con la misma intensidad que a abrir entendederas. Gestionar la prudencia y el miedo son los principales deberes que se nos imponen a todos, porque contagiarse de temor irracional sólo abre el camino a quienes en todo lugar y ocasión, sobre todo catástrofe, encuentran la grieta por la que hacer negocio estafador y traicionero.

No vienen tiempos fáciles, más allá de las cuestiones sanitarias. La miedosa economía aprovecha cualquier coyuntura para contagiarse y apretar las tuercas al ahorrador y al pequeño negocio; y el coronavirus parece una buena causa para poner el cascabel al gato de los tropiezos económicos de los que no acabábamos de recuperarnos.

Todo ello no justifica un comportamiento de supervivencia en tiempo de guerra. Ni hay que empezar a esconder las galletas detrás de las puertas ni hacer acopio de víveres como si viniera una honda expansiva que nos fuera a enterrar al lado de la nevera durante meses. En todo caso, más vale infectarse de la evidencia de que no necesitamos tanto de todo para sobrevivir brevemente que de estupidez supina y acumuladora.

Desde luego lo que queda claro es que esto no es algo que les pasa a otros ni cosa a tomarse a broma. Una y otra vez está dicho: cuarentena social e higiene, sentido común y quedarse en casa para no perjudicar a los más vulnerables. Se anuncian sanciones para los que se salten a la torera la exigencia. En eso sí hay consenso: puntilla sin contemplaciones. No es un juego.

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