Diario de León

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La princesa es acosada, ¿quién acosa a la princesa? Los bienintencionados que, mecidos en las alas de los valores de la ejemplaridad y la avanzadilla sociológica, acaban poniendo a veces el carro antes que los bueyes. De tanto buscar la normalización se patina a menudo en pasadas de frenada que rozan la anormalidad. Una cosa es abrazar la irrenunciable diversidad desde la tolerancia, y otra imponer realidades minoritarias o no generalizadas, por más derechos que tengan. Son una situación a normalizar, no un ejemplo a seguir. Como no lo son otras tantas formas de vivir o actuar.  

A Disney le costó (como le cuesta a la sociedad en general) romper las costuras de sus moldes tradicionales. Y sus heroínas, en mucha mayor medida que sus héroes, se han vuelto multirraciales, independientes, resueltas,... Las princesas que quieren ser rescatadas por príncipes valientes son cosa del pasado. Incluso las princesas que resuelven sus cuitas y su futuro sin príncipe parecían haber conquistado su terreno.  

Pues no. Independientes y fuertes, si no tienen príncipe... ¡han de buscar una princesa! Que salgan del armario. Eso reclaman muchas voces que han hecho de los dibujos animados, esos que no sólo son modelo mil veces repetido para los pequeños sino negocio multimillonario de juguetes, una plataforma de reivindicación a la que se le está yendo la mano.  

La polémica alrededor de la segunda parte de Frozen y de la resuelta Elsa y su vida en solitario me deja ojiplática. Y los presuntos ensayos sociológicos sobre cómo debe enfocar su futuro para ser ejemplo de niñas me resultan más que hilarantes. Las princesas del hielo vuelven a las taquillas y demás negocio, y crecen quienes piden que ya que Elsa no tiene novio, le pongan una novia. Ahí, toda ‘moderna’.  

El caso de la película animada me inquieta, como lo hace la realidad en todo lo que tiene que ver con las andanadas en favor de la igualdad y los contraataques que reaccionan contra ella. Veo cuestiones de feministas y patriarcados a las que les pondría mesura en las formas, pero rechazo las respuestas extemporáneas de contrapeso paleto y acomplejado. En todo caso, responder a los excesos con más excesos nos lleva a una escalada de intolerancia y estupidez que no conduce a nada bueno. La diversidad sólo admite tolerancia, cintura y amplitud de miras y espíritu. No parece que ninguno de los extremos que nos acosan estén por la labor de ceder en sus excesos. Peor para tod@s.

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